EFE
Veintiocho ediciones de los Juegos Olímpicos y 125 años de historia dan para muchas anécdotas. Algunas resultan tan insólitas que parecen mentira; pero todas ocurrieron de verdad.
– La británica Charlotte Cooper, primera mujer campeona olímpica con su medalla de oro en tenis en París 1900, padecía una importante discapacidad física: era completamente sorda desde los 26 años. Para entonces ya había ganado dos de sus cinco títulos de Wimbledon. El oro olímpico individual, además del de dobles mixtos, los conquistó a los 30 años. Sin duda una anécdota especial en los Juegos Olímpicos.
– La familia Poll ha ganado todas las medallas de la historia de Costa Rica gracias a las hermanas Sylvia y Claudia: Sylvia ganó plata en los 200 metros libre en Seúl 1988 y Claudia oro en la misma prueba en Atlanta’96, además de dos bronces en Sídney 2000 en 200 y 400 m libre.
– Fue en Londres 1908 donde la natación se disputó por primera vez en una piscina de 100 m de largo, construida dentro del estadio de atletismo. En Atenas 1896 la natación se programó en la bahía de Zea, cerca del Pireo; en París 1900, en el río Sena; y en St Louis 1904, en un estanque en el Forest Park de la ciudad.
En Estocolmo 1912 las pruebas se llevaron a cabo en el puerto de la ciudad y solo desde Amberes 1920 la natación dispone de una instalación específica.
– En los Juegos de Estocolmo 1912 participó un deportista entonces desconocido a quien luego inmortalizaron la guerra y el cine: George Patton, quinto en pentatlón moderno, condujo como general en jefe a las divisiones acorazadas de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
– El cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven fue el himno germano en los Juegos de 1956, 1960 y 1964, en los que Alemania compitió con un equipo unificado pese a la división posbélica, y se mantuvo como eslabón entre el este y el oeste en la edición de México 1968, en la que las dos Alemanias ya compitieron por separado.
– El papa Pío XI se mostró contrario a la participación de mujeres por primera vez en las pruebas de atletismo de los Juegos de Amsterdam en 1928.
La Iglesia puso especial hincapié en la carrera de los 800 metros por considerarla, además de inhumana, escasamente acorde con la condición de las mujeres. Ganó la alemana Lina Radke, pero varias mujeres se desmayaron tras la prueba y la IAAF prohibió las carreras femeninas de más de 200 metros. No regresaron hasta los Juegos de Roma 1960.
– El estadounidense Fred Lortz protagonizó un gran escándalo en la prueba de maratón de los Juegos de St Louis 1904. Se retiró de la competición a mitad de carrera y fue conducido en un carro hacia la meta, pero el vehículo se estropeó antes de llegar. Lortz se bajó y entró en el Estadio Olímpico a pie.
Los espectadores creyeron que era el vencedor y le aplaudieron ruidosamente. Lorz no se molestó en desmentir el malentendido y cruzó la meta entre los vítores de sus compatriotas. Poco después se presentó el verdadero vencedor, el inglés, nacionalizado estadounidense, Thomas Hicks, y después de unos minutos de incertidumbre los jueces dieron la victoria al auténtico ganador.
– Los cinco aros olímpicos representan a los cinco continentes, pero sus colores se eligieron porque están en las banderas de todos los países del mundo. Los tres aros de arriba son, de izquierda a derecha, de color azul, negro y rojo y los dos aros de abajo son amarillo y verde.
– Todas las niñas marroquíes nacidas el 8 de agosto de 1984 se llaman Nawal, como homenaje a Nawal El Moutawakel, que ganó ese día en Los Ángeles la medalla de oro en los 400 m vallas. Fue el rey de Marruecos quien, tras felicitarla por teléfono, decretó que todas las niñas nacidas ese día se llamasen Nawal. El Moutawakel fue la primera mujer musulmana en proclamarse campeona olímpica. Una curiosa historia de los Juegos Olímpicos.
– La frase “lo importante no es ganar, sino participar” se le atribuye a Pierre de Coubertin, restaurador del olimpismo. Pero, en realidad, es una afirmación inspirada en el sermón que pronunció con ocasión de los Juegos de Londres 1908 el arzobispo de Pensilvania, Ethelbert Talbot, en la catedral de San Pablo: “Los Juegos en sí mismo son mejores que la carrera y el premio. San Pablo nos dice cuán insignificante es el premio. Aunque solo uno pueda llevar la corona de laurel, todos pueden compartir la misma alegría de la competición”.
2021-07-26