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Bélgica busca quitarse el estigma del terrorismo tras un año negro

Miércoles, 14 de diciembre de 2016 a las 08:00 pm
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EFE

Bélgica ha vivido en 2016 uno de los años más negros de su historia reciente, marcado por los atentados terroristas del 22 de marzo y por el estigma del yihadismo, que ha desencadenado el despliegue de seguridad en las calles y ha supuesto un varapalo para el consumo y el turismo.

El año ya empezó muy oscuro para Bélgica, con una amenaza terrorista potencial multiplicada tras los ataques del 13 de noviembre de 2015 en París, que pusieron en el mapa un barrio de Bruselas hasta entonces desconocido a escala internacional: Molenbeek.

Lugar de residencia de algunos de los terroristas que perpetraron los atentados de París y también conectado a los cometidos en la capital belga, Molenbeek es un distrito multirracial, inmigrante y obrero, con un 80 % de población magrebí, que, a raíz de la masacre en Francia, empezó a asociarse con el islam más radical.

El Gobierno del primer ministro belga, Charles Michel, reaccionó entonces con un paquete de medidas no solo destinadas a contrarrestar la amenaza terrorista, sino también a recuperar la fama internacional, algo fundamental para la capital europea, sede permanente de las instituciones comunitarias.

Las investigaciones de los atentados de París, con 130 muertos, pusieron de manifiesto numerosos fallos en el sistema de seguridad belga que suscitaron críticas, desde la falta de coordinación a la restricción legal de realizar registros nocturnos, que podría haber permitido escapar al principal sospechoso del 13-N, Salam Abdeslam.

Tras cuatro meses de tensión marcados por la amenaza y las constantes operaciones policiales, el Gobierno logró detener a Abdeslam, bajo mandato de arresto internacional, en Molenbeek -donde residía- el 18 de marzo, aunque el golpe al yihadismo fue efímero.

La sombra del terrorismo planeaba demasiado cerca y la pesadilla de Bélgica se hizo realidad: cuatro días más tarde, tres suicidas provocaron el peor atentado ocurrido en la historia del país, que causó 32 muertes y cientos de heridos en el aeropuerto de Zaventem, situado al norte de Bruselas, y la estación de metro de Maelbeek, en el barrio europeo.

Todo ello ha tenido un impacto económico brutal en el país, especialmente en la región de Bruselas, con una caída media del 6 % en todos los sectores de actividad, según un informe publicado por el Ministerio de Economía, debido a la contracción del turismo y a la reticencia de los propios belgas al consumo.

El Gobierno federal belga y la región de Bruselas han invertido 10 millones de euros en comunicación para volver a situar a Bruselas en el mapa turístico, de los cuales 3,5 han ido destinados a la hostelería, un balón de oxígeno que ha evitado "el drama" en el sector, explicó a Efe el secretario general de la Asociación Hotelera de Bruselas, Rodolphe Van Weyenbergh.

Bruselas también se ha "salvado" gracias al peso del turismo de negocios, menos sensible que el del ocio y que representa un 52 % de las visitas a la ciudad, centro de numerosas reuniones de jefes de Estado y de Gobierno de los veintiocho países de la Unión Europea.

Conforme a los últimos datos, la ocupación hotelera está hoy un 20 % por debajo de la de hace dos años, aunque la situación ha mejorado respecto a 2015.

A pesar de la tragedia sufrida en 2016, Bruselas respira hoy más libre que hace un año, cuando, debido a la alerta terrorista por el 13-N en París, la ciudad vivió el famoso "bloqueo" que mantuvo durante días paralizado el metro, los comercios e incluso las escuelas y que sembró el pánico entre la población en vísperas de la Navidad, punto álgido de la temporada turística.

El sector vuelca todas sus esperanzas en la campaña de invierno, con una propuesta mejorada de su tradicional mercado de Navidad, aunque no exenta de fuertes medidas de seguridad y de la amenaza terrorista, que sigue vigente, con un nivel de alerta 3 de las cuatro posibles.

La nueva propuesta turística también cuenta con Molenbeek, convertido en centro de las rutas turísticas propuestas por "Visit Brussels".

El organismo oficial de turismo ofrece desde paseos en bicicleta a visitas "gourmet", en las que combinar el té moruno con las tradicionales "frittes" belgas (patatas fritas), un gesto para la integración del malogrado barrio en la capital más multicultural de Europa. 

2016-12-15