AFP
Veinticinco años después de la caída del Muro, Berlín ha sufrido una metamorfosis y se ha convertido en la capital de la memoria europea, edificada sobre los restos de un pasado marcado por la historia del siglo XX.
A unos cientos de metros del monumento a las víctimas del Holocausto se erige la imponente Casa Detlev-Rohwedder: 56.000 m2 de hormigón al servicio de la principal economía europea y sede del ministerio de Finanzas.
El edificio fue construido en 1935 para albergar la sede del ministerio del Aire de la Alemania nazi, dirigido por el general Göring. Después de la guerra fue testigo de la firma del acta de nacimiento de la Alemania del Este comunista y luego acogió varios ministerios. Un fresco de porcelana en honor al "Estado de los trabajadores y de los campesinos" da fe de ello.
Después de la caída del Muro (que pasaba a unos metros de allí) albergó la sede del organismo encargado de la privatización de los bienes de la RDA.
"En Berlín, la memoria es una maraña", explica a la AFP el historiador Etienne François. "Desde la reunificación -añade- los lugares cargados de historia han adquirido una nueva función anclada en el presente y el futuro".
Desde la caída del Muro el 9 de noviembre de 1989, se metamorfoseó, pasando de ser una ciudad en el fin del mundo (Berlín Oeste) y gris (Berlín Este) a la capital de un gran Estado europeo. "¡Ya no es el mismo lugar!", exclama el urbanista Gilles Duhem.
La futurista Potsdamer Platz, donde se elevan torres de vidrio y centros comerciales, era hace 25 años una tierra de nadie.
En poco más de un siglo, la capital alemana, que cuenta con 3,4 millones de habitantes, pasó por cinco regímenes políticos y estuvo partida en dos por un muro durante 28 años.
La ciudad, convertida en el tercer destino turístico en Europa, detrás de Londres y París, posee la mayor cantidad de museos de Historia del viejo continente, según François.
Desde la reunificación, Berlín también conoce una inflación de monumentos.
– Un Muro "disneylandizado" –
En el antiguo barrio judío de "Bayerisches Viertel", donde vivieron Albert Einstein y la filósofa Hannah Arendt, 80 pancartas recuerdan las leyes antisemitas promulgadas por los nazis.
"Los niños judíos ya no tienen derecho a ir a los colegios públicos" o "los judíos sólo pueden comprar alimentos entre las 4h y las 5h", se lee.
También se han inaugurado monumentos a las víctimas homosexuales, minusválidas y gitanas. Y está prevista una exposición permanente sobre los desplazamientos de población.
"Detrás de todo esto está la voluntad de no dar prioridad a unos sobre otros", resume Etienne François.
Del Muro, la capital alemana sólo ha conservado algunas partes de los 160 km que rodeaban Berlín Oeste.
"Cuando cayó todo el mundo quería que desapareciera; no hubo voluntad de conservación", explica Gilles Duhem. El hormigón sirvió para construir autopistas y edificios. Una franja adoquinada marca actualmente el anterior trazado.
"El Muro se ha disneylandizado en los últimos años", constata el urbanista. Últimamente, los candados del amor, como los del Puente de las Artes de París, empezaron a apropiarse de los restos.
Y los vestigios de la RDA han sido eliminados con esmero. El antiguo Palacio de la República que albergó el parlamento fue destruido y sustituido por una versión moderna del castillo de los Hohenzollern.
2014-11-01