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El estadio estaba repleto, incluso más allá del aforo permitido de 174.000 aficionados. El diario O Mundo se atrevió a publicar una foto de la selección de Brasil bajo el titular "Estos Son Los Campeones Mundiales". Y Angelo Mendes de Moraes, el alcalde de Río de Janeiro, se dirigió a los jugadores para decirles que en unas cuantas horas iban a ser aclamados por millones de sus compatriotas.
La historia es sabida hasta el cansancio.
A Brasil sólo le bastaba un empate ante Uruguay para conquistar su primer título en una Copa Mundial y tenía la fiesta preparada para hacerlo en el monumental estadio Maracaná, símbolo de un país que quería mostrar su pujanza al planeta en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Pero aquella tarde del 16 de julio de 1950 acabó en pesadilla, cuando los goles de Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia le dieron la vuelta al marcador para concretar una impensable consagración uruguaya.
Han transcurrido 64 años desde lo que el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues tachó como "nuestra catástrofe nacional, nuestro Hiroshima".
El Mundial vuelve a Brasil, con el debut del anfitrión dentro de dos días frente a Croacia en Sao Paulo. Es el primero de los siete partidos que la "selecao" espera transitar hasta la final del 13 de julio…en el nuevo Maracaná. Los parámetros son similares, con un exorbitante gasto de 11.500 millones de dólares para decirle al mundo que es un país de primer nivel.
En Granja Comary, el aislado y montañoso sitio de concentración del equipo brasileño a las afueras de Río de Janeiro, se procura no hablar mucho del pasado.
Como mantra, el cuerpo técnico insiste que el "Maracanazo" pertenece al pasado, que los cinco títulos mundiales ganados desde entonces exorcizaron la debacle.
Pero lo cierto es que el fantasma del mayor trauma del deporte brasileño sigue rondando.
"La presión está ahí. Se habla mucho del Mundial del 50 y nosotros queremos hacer una nueva historia, y queremos hacerlo ganando", afirmó Thiago Silva, el capitán y defensa central de la selección.
El portero titular Julio César habló de su deseo de rendirle tributo a Moacir Barbosa, el arquero del Mundial de 1950 y que murió en 2000 aún señalado —cruelmente— como el villano de la derrota.
Carlos Alberto Parreira, entrenador de la selección que se adjudicó el cuarto título en 1994 y ahora asistente del timonel Luiz Felipe Scolari, clamó por dejar de hablar de 1950.
En vez de conjurar el pasado, Parreira opina que Brasil debe buscar otro tipo de motivaciones.
Resulta que entre las selecciones históricas del fútbol, Brasil es la única que nunca ha podido proclamarse campeona del mundo en casa, y esta es su oportunidad.
"Italia y Alemania organizaron dos mundiales y pudieron ganarlo una vez. Brasil ya tuvo una oportunidad y ahora va por segunda y confiamos poder ganar y escribir otra historia. Cambiar esta historia y que de una vez por todas no se hable del ‘Maracanazo"‘, reclamó Pereira.
Scolari es parco al respecto y se dice que dentro de la concentración dio la orden de que no se debe hablar del ‘Maracanazo’, para no afectar la preparación mental de un plantel de jugadores, que en su mayoría debutará en un Mundial.
Felipao conoce de traumas. Cuando le tocó dirigir al equipo que salió campeón en el Mundial de 2002, optó por boca cerrada con respecto del drama de la final disputada cuatro años antes, en la que el goleador Ronaldo sufrió convulsiones en la mañana previa al partido, luego se le dio el aval para que jugara y Brasil acabó perdiendo 3-0 ante Francia. Ronaldo fue la figura en la siguiente final, metiendo los goles de la victoria 2-0 ante Alemania.
"A Uruguay le ganamos muchas veces desde entonces. No existe tal fantasma, hay que olvidarse del ‘Maracanazo"‘, dijo Parreira.
Pelé, el hombre de los tres títulos mundiales, tenía nueve años en 1950 y no olvida el silencio sepulcral tras el silbatazo final, por eso que Brasil-Uruguay es su final soñada, como "oportunidad de la revancha".
Pero Ghiggia, quien estuvo hace unos días de visita en Río para un acto promocional, duda que el libreto se repita. "No creo que la final del Mundial sea un Uruguay-Brasil", dijo Ghiggia, que con 87 años es el único jugador de los que participaron en el ‘Maracanazo’ que sigue con vida.
2014-06-10