EFE
Felipe VI y la reina Letizia expresaron al papa su deseo de recibirle en España en 2015 y trataron con él asuntos como el desempleo y las perspectivas de Iberoamérica en una reunión muy cordial, de casi tres cuartos de hora, presidida por un ambiente distendido.
Nada más tomar asiento en la biblioteca privada del papa, donde los Reyes se reunieron con él a solas durante 40 minutos, el monarca explicó al pontífice cómo el proceso seguido en España para el relevo en la Corona, tras la abdicación de su padre, había sido "muy intenso", aunque él lo ha vivido "tranquilo".
Minutos antes, en la antesala, se había producido el primer encuentro y también las primeras bromas, al dirigirse Felipe VI al papa para preguntarle "¿Los monaguillos delante?", en alusión a la reciente visita al Vaticano de los reyes Juan Carlos y Sofía, cuando el pontífice, con esta expresión, les invitó a pasar antes que él.
"Así es, ¿se lo contó su padre?", contestó, divertido, el papa, antes de ceder el paso a Felipe VI y a la reina Letizia.
El ambiente distendido no alteró el protocolo y, en la bienvenida, el rey, vestido con traje y corbata azul oscuro, saludó al papa con la habitual leve inclinación del cuerpo, mientras la reina Letizia hizo el gesto de besar su anillo con la tradicional reverencia de rodilla casi en tierra y se acogió a la dispensa papal que otorga a las reinas católicas el privilegio de vestir de blanco en una audiencia con el pontífice.
El papa y Felipe VI se mostraron muy sonrientes ante las cámaras, en las palabras que intercambiaron tanto al inicio como al término de la reunión, momento en que el rey se despidió de él "con la esperanza de verle en España" y el pontífice se dirigió a su vez a la reina Letizia para decirle: "Con la esperanza de volver a verla pronto".
La invitación para visitar España con ocasión del quinto centenario de Santa Teresa de Jesús, que se cumple en la primavera de 2015, fue trasladada al papa formalmente por los obispos españoles en una visita "ad limina", pero los reyes Juan Carlos y Sofía la reafirmaron en abril y el nuevo rey Felipe VI quiso hoy también dejar claro ante el papa su deseo de verla hecha realidad.
En el encuentro de 35 minutos que los reyes mantuvieron tras la audiencia con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, el monarca argumentó que la visita a España es un viaje fácil de llevar a cabo, porque "puede ser cuestión de horas", según explicaron fuentes del Vaticano y de la Casa del Rey.
Además de esta invitación, cuestiones sociales como los efectos del desempleo en España y las preocupaciones de la juventud han destacado entre los asuntos tratados, junto a las perspectivas de futuro de Iberoamérica y problemas internacionales relacionados con zonas en conflicto, como Oriente Medio.
En un comunicado oficial, el Vaticano deseó asimismo tras la audiencia que las "cordiales" conversaciones celebradas esta mañana refuercen las buenas relaciones bilaterales y subrayó que en ellas se abordó la importancia de "favorecer el diálogo y la colaboración entre la Iglesia y el Estado, por el bien de toda la sociedad española".
En el caso de la reunión con Parolin, fuentes de la Casa del Rey destacaron que Felipe VI ya conocía personalmente al secretario de Estado vaticano desde su etapa como nuncio en Caracas, donde coincidieron en los funerales del presidente venezolano Hugo Chávez, y dedicaron parte de su conversación de hoy a hablar sobre el reciente viaje del papa a Oriente Medio.
En el habitual intercambio de regalos, los reyes entregaron al papa un facsímil del "Oráculo manual y arte de prudencia" del jesuita Baltasar Gracián, que reproduce el original adquirido por un ilustre gracianista argentino, Jorge Furt, un volumen de bolsillo que don Felipe hojeó ante el pontífice, al tiempo que le explicaba cómo el original se encuentra en Luján, en la Pampa argentina.
El papa manifestó un visible interés por el librito, la obra más traducida de su autor, en la que Gracián recoge trescientos aforismos que él mismo despojó de sentido religioso y convirtió "en respuestas susceptibles de aplicar en cualquier circunstancia, incluidas las de la política".
Por su parte, el pontífice obsequió a sus invitados con un medallón de bronce que reproduce el diseño inicial de la basílica de San Pedro -que, a diferencia del definitivo, contaba con una columnata cerrada en torno a la plaza-, así como con un ejemplar de su exhortación apostólica "Evangelis Gaudium".