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Sentada en un frío andén de la calle, recostada contra una pared de ladrillo con sus tres pequeños hijos y rodeada por bolsas plásticas repletas de ropa, Francis Montaño suplica para que le permitan ingresar al primer albergue habilitado para los inmigrantes venezolanos en la capital colombiana.
Ella dice que solo quiere un lugar seguro para pasar la noche con sus hijos y su esposo mientras consiguen trabajo y pueden iniciar una nueva vida en Bogotá, a donde llegaron hace una semana desde su natal Valencia, después de una travesía de 10 días a pie y en autobús.
Al interior del albergue, un campo de fútbol rodeado por una cerca de lona verde y repleto de carpas amarillas, los inmigrantes intentan prender fogatas para cocinar, mientras otros secan su ropa sobre las tiendas aprovechando el sol.
Los inmigrantes, sin un centavo y muchos solo con la ropa que visten, son parte de los millones de venezolanos que huyen de la crisis económica, social y política que atraviesa su país.
Al campamento -organizado por el gobierno de Bogotá en un sector de clase de media- solo entra la mayoría de personas que antes vivía en un improvisado refugio cerca al Terminal de Transporte, levantado por las autoridades por falta de condiciones sanitarias. Los demás inmigrantes son rechazados.
"Tendré que irme para la calle, debajo de un puente. Yo nada más exijo un techo en donde meter a mis hijos en la noche", dijo Montaño, de 22 años, mientras sostenía en sus brazos a su hija menor, de 23 meses.
El refugio, vigilado por policías y funcionarios de la Alcaldía de Bogotá, el primero y único de su tipo en la capital colombiana, albergará durante la Navidad y el Año Nuevo a 422 personas en 65 carpas.
Pero solo funcionará hasta el 15 de enero, cuando se levantará. Las autoridades esperan que en esa fecha los inmigrantes hayan encontrado trabajo y puedan pagar un arriendo.
2018-11-22
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