Este verano, la costa atlántica de Massachusetts fue escenario de un hallazgo extraordinario, dos langostas americanas con caparazón azul eléctrico capturadas con pocas semanas de diferencia.
Según informó Infobae, su color inusual es producto de una mutación genética extremadamente rara, estimada en una probabilidad de uno entre dos millones de ejemplares.
Langostas azules protagonizan programas educativos y estudios científicos
La primera captura ocurrió en Salem, cuando el pescador Brad Myslinski encontró una langosta distinta a todas y la entregó al Centro de Ciencias Marinas de la Universidad Northeastern.
Bautizada “Neptune”, tiene siete años, un kilo de peso y hábitos normales de la especie, aunque su caparazón azul brillante la hace única.
La bióloga Sierra Muñoz explicó que el exceso de crustacianina altera la mezcla de pigmentos, anulando el marrón moteado y generando un azul intenso.
Un segundo hallazgo refuerza la rareza del fenómeno
Semanas después, otro pescador capturó una langosta azul de ocho años y medio kilo, entregada a la Universidad de Massachusetts Dartmouth para su exhibición educativa.
Forrest Kennedy, responsable del laboratorio, destacó su valor pedagógico para explicar mutaciones genéticas y biodiversidad marina a estudiantes y visitantes.
Este tipo de ejemplares enfrenta mayores riesgos en la naturaleza, ya que su color los hace más visibles para depredadores como peces grandes o cangrejos azules.
Ciencia, conservación y educación marina
La ecóloga Neida Villanueva señaló que Neptune se adaptó rápidamente a su entorno en cautiverio, diseñado para respetar su naturaleza solitaria y garantizar su bienestar.
Además, documentar ejemplares vivos permite estudiar cómo influyen las mutaciones en la ecología marina y en la supervivencia de la especie a largo plazo.
Estos crustáceos pueden vivir más de cien años y alcanzar hasta nueve kilos, lo que plantea interrogantes sobre longevidad y desarrollo.
Un símbolo de biodiversidad y adaptación
Más allá de la curiosidad, las dos langostas azules se han convertido en herramientas educativas y en recordatorios de la extraordinaria variabilidad genética de la naturaleza.
Su aparición casi simultánea en Massachusetts refuerza el papel de la ciencia en preservar y comprender los misterios del océano.
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