Para África, la emergencia climática no es una amenaza venidera, sino una crisis que ya está golpeando a millones de personas, a menudo con consecuencias catastróficas para ellas.
Mientras que en el sur de Madagascar una sequía está empujando a más de un millón de personas al borde de la hambruna, las lluvias torrenciales de Sudán del Sur, Uganda, Kenia, Senegal y otros países de África desplazaron a 1,2 millones de personas el año pasado.
Las sequías prolongadas, el avance de los desiertos, el aumento de la temperatura de los océanos, la mayor variabilidad de las lluvias y la multiplicación de fenómenos meteorológicos extremos como ciclones, riadas o inundaciones están dejando sus cicatrices en este continente.
“Muchos de estos fenómenos meteorológicos extremos no son una novedad en África, pero la crisis climática está aumentando su frecuencia e intensidad, dejando impactos sin precedentes”, dice desde Nairobi, la capital keniana, la doctora Linda Orgallo, del Centro de la IGAD (Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo) para la Predicción Climática y sus Aplicaciones (IPAC).
“África es el continente más afectado por esta crisis debido a su escasa capacidad para hacer frente o adaptarse a los impactos climáticos. La mayoría de las comunidades dependen de la agricultura de secano, carecen de sistemas de alarma temprana o no tienen infraestructuras o recursos para resistir esos golpes”, añade Orgallo.
Ante la emergencia climática, África tiene las peores cartas, y los escenarios que pronostican organizaciones como el Banco Mundial no son alentadores: incluso si se ponen en marcha medidas urgentes para mitigar los efectos del calentamiento global, los fenómenos climáticos extremos obligarán a decenas de millones de africanos a abandonar sus hogares durante los próximos 30 años.
“Las medidas que tomemos en África solamente podrán reducir un poco los daños del cambio climática. Nuestras acciones no impedirán el desastre. La inmensa mayoría de los gases contaminantes proceden de los países más desarrollados, así que la pelota está en las manos de esas naciones”, dice a Efe la activista sudanesa Nisreen Elsaim.
“Es el momento de que los pueblos de África -agrega- presionen a los líderes mundiales para que dejen de comportarse como unos gallinas y empiecen a tomar decisiones importantes, aunque sean difíciles”.
UNA HOJA DE RUTA DIFERENTE PARA ÁFRICA
Aunque África es el continente que menos gases de efecto invernadero produce -alrededor del cuatro por ciento de las emisiones globales-, sus habitantes se juegan mucho en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26).
Durante 14 días, los líderes de naciones de todo el mundo mantendrán reuniones en Glasgow (Reino Unido) para consolidar una respuesta colectiva a la crisis climática y disminuir las emisiones de gases contaminantes.
Pero la agenda común que propondrán los negociadores africanos, liderados por el gabonés Tanguy Gahouma–Bekale, es distinta a la que anunciaron los expertos de Occidente.
Además de más cooperación económica para instalar en el continente infraestructuras energéticas respetuosas con el medio ambiente, estos exigirán “que los países desarrollados eviten trasladar sus responsabilidades climáticas, en particular la reducción de las emisiones de gases contaminantes, a los países en desarrollo”, en palabras de Gahouma–Bekale.
Aunque los líderes africanos reconocen la necesidad de reducir con urgencia las emisiones de gases de efecto invernadero de las naciones más industrializadas, rechazan que sus países, con economías menos prósperas, deban seguir la misma hoja de ruta.
“África no puede sacrificar sus planes para cumplir con los objetivos climáticos occidentales”, escribió el presidente ugandés, Yoweri Kaguta Museveni, en una reciente columna de opinión para The Wall Street Journal.
Según este mandatario, el contexto de África es tan distinto al de los países industrializados que, si aceptase una transición acelerada a las energías renovables, tendría más problemas para atraer inversiones extranjeras debido a una reducción de su competitividad.
“La transición a las energías verdes nos llevará tiempo. África deberá usar combustibles fósiles mientras trabaja en esa transformación Los africanos tenemos el derecho de usar fuentes de energía fiables y baratas. Obligar a África a seguir una determinada hoja de ruta obstaculizará nuestra lucha contra la pobreza”, añadió Museveni.
UNA OPORTUNIDAD PARA CAMBIAR
La activista Marie Christina Kolo contesta una llamada telefónica de Efe mientras prepara su maleta: está a punto de viajar desde Antananarivo, la capital de Madagascar, a Glasgow para participar en la COP26.
“Cuando hablamos sobre la emergencia climática tendemos a mencionar cifras: el aumento de la temperatura, la cantidad de ciudadanos afectados por una sequía o una inundación… A menudo, esos números colman las reuniones internacionales como la COP26, olvidando los nombres y las historias de las personas que sufren los impactos climáticos, y los derechos humanos que se vulneran”, dice Kolo.
“Las conversaciones de la COP26 deberían tener en consideración esas historias, esas realidades”, resume la activista eco-feminista.
Para Kolo, “es horrible observar las consecuencias de la crisis climática, pero no podemos permitirnos que esta tristeza destroce nuestras ganas de luchar".
"Creo que debemos identificar este momento -propone- como una oportunidad para repensar nuestras sociedades y modelos de consumo, e imaginar un futuro más verde, solidario, que tenga en cuenta las desigualdades de género y a todos los grupos marginados”. EFE
2021-10-01