Juan Ernesto Páez-Pumar O.
En momentos en que el país lucha por forjar un cambio político y desde los predios opositores, liderados por Juan Guaidó, se pregona una transición, los venezolanos se preguntan qué ocurrirá con el inmenso desastre socioeconómico en el que está sumida la República. Los indicadores van más allá de las estadísticas y el ciudadano los padece todos los días de diferente manera.
Anitza Freites, directora general del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (Iies) de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) nos ofrece un diagnóstico de lo que tenemos, cómo llegamos aquí y la tarea pendiente en el futuro inmediato.
¿Cuál debería ser la prioridad de un nuevo Gobierno en materia social?
Hay que recuperar la situación alimentaria, sobre todo en la población más vulnerable: niños, mujeres embarazadas y ancianos.
Pero Maduro defiende su gestión en materia alimentaria y muestra como bandera los Clap. Dice que han sido un gran éxito frente a la “Guerra Económica”…
El gobierno niega que exista crisis alimentaria, pero niega al mismo el acceso a la información que ellos manejan con la que supuestamente llegan a esas conclusiones. No se muestran las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Instituto Nacional de Nutrición (INN) o Ministerio de Salud en materia de alimentación de la población venezolana. Toda esa data está censurada para nosotros.
¿Y cómo logran hacer sus estudios?
Lo logramos a través de la “Encuesta Nacional de Condiciones de Vida” (Enconvi) que venimos levantando desde 2014. Desde aquel entonces hemos tenido que ir incorporando más preguntas sobre los aspectos relacionados con la alimentación en los hogares y en los dos últimos sondeos incluimos una las mediciones antropométricas para tener información directa sobre la situación. Y aún así es insuficiente lo que nosotros podemos recoger con estos estudios para retratar con exactitud las deficiencias en materia alimentaria, pero alguna noción nos ofrece.
¿Entonces cree que el panorama es peor de lo que reflejan sus informes?
Creemos que debemos reflejar de manera más completa la información sobre esta materia. En la Enconvi, por ejemplo, tenemos una pregunta sobre si se recibe la caja Clap y la periodicidad. El resultado es que hay un altísimo número de hogares la recibe irregularmente. Donde mejor funciona este programa es en las grandes ciudades. En zonas rurales pasan hasta tres meses sin recibirla.
¿El Clap no lo recibe quien en verdad debería recibirlo?
En una situación de hiperinflación y donde la adquisición de los alimentos para los sectores más empobrecidos se hace muy cuesta arriba, este programa debería ser más focalizado y más eficiente. Hoy en día es muy disperso. Además la “caja” cada vez trae menos cosas, centraba básicamente en carbohidratos, sin proteínas de origen animal. Cuando nosotros en Encovi investigamos qué es lo que abunda en los hogares en un lapso de quince días en cuanto a alimentos, encontramos entonces que en mayor medida son las pastas y harinas. Están ausentes los micronutrientes de los vegetales. Nuestra harina de maíz precocida, a diferencia de la importada, está enriquecida con vitaminas y ya no se ve en el Clap. En conclusión, no atiende los requerimientos nutricionales de una familia, más si en esa familia hay niños menores de cinco años. ¿Dónde están los lácteos? No se encuentran tampoco.
Por ello usted hizo alusión a la variable antropométrica que se ve afectada por esta realidad alimenticia…
Lo que están reportando todos los que están trabajando el problema nutricional, como Fundación Bengoa y Cáritas, es que en los sectores más empobrecidos la falta de alimentación adecuada del niño, desde la gestación, tanto de la madre como el feto, ese nuevo ser humano no va a tener una evolución normal de peso y talla. Esto también afectará su desarrollo cognitivo a futuro.
¿Cuánto tiempo le costaría al país revertir o frenar los retrocesos en materia socioeconómica?
Cuando uno ve algunos indicadores, una forma de mirar o establecer el impacto del retroceso que ha experimentado Venezuela es compararlo con el pasado. Coloco como ejemplo la mortalidad infantil un indicador que puede mostrar el grado de desarrollo de un país pues refleja las oportunidades de supervivencia. Y hoy hemos ido casi 30 años de retroceso en mortalidad infantil, a razón de 22 por cada mil. En 2010 el Gobierno hizo estimaciones sobre mortalidad infantil para 2019, pero cuando eso lo cruzamos con nuestras cifras, apreciamos una brecha de casi 10 puntos. Esos números oficiales se quedaron rezagados.
Pero Nicolás Maduro dijo en su mensaje anual en la ANC que más del 74% del Presupuesto Nacional se dedicó el año pasado a la inversión social…
Pero esas cifras caen en el vacío. Eso es un “acto de fe”. ¿Dónde está la rendición de cuentas de lo invertido y el impacto? De ser cierto eso, volviendo al tema de la mortalidad infantil, entonces ese dinero se fue por el desaguadero. Ha sido ineficaz lo gastado. No hay transparencia en la gestión gubernamental.
Ricardo Menéndez, ministro de Planificación, sostiene que la pobreza extrema bajó a 4,4%…
De nuevo ¿de dónde salen esas cifras? No tenemos las encuestas de donde sale esa información. ¿Por qué no nos permiten acceder a la misma data para decirle al ministro: sí usted tiene razón? Ocurre todo lo contrario, cuando cruzamos nuestros estudios determinamos que 90% de la población vive en pobreza.
¿Es cierto que en la actualidad el régimen chavista usa unos criterios para valorar lo que es y no es pobreza que chocan con los estándares mundiales?
Desde los tiempos del presidente Chávez se han adoptado los criterios de medición de la pobreza que más les convenía, de acuerdo a la circunstancia del país. A principios del siglo XXI Chávez se congraciaba con las condiciones estructurales de la familia, pero cuando llega el boom petrolero, y las remuneraciones son altas en Venezuela, el gobierno usa el factor salario mínimo como referente. Sin embargo, cuando esos dos ítems no fueron los mejores, entonces el régimen echó mano de elementos más subjetivos. A partir de 2015, en la era Maduro, la opción ha sido ocultar la información, pues la crisis es gravísima.
¿El criterio con el que Maduro señala que no hay pobreza es un misterio?
Es un absoluto misterio. Parece una información sacada “de la manga de la camisa” porque no hay forma alguna de verificación. Ni siquiera la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) ente al cual el Gobierno antes entregaba data, puede ya corroborar los anuncios oficiales.
En los años 60, 70 y parte de los 80 del siglo pasado, Venezuela era considerada una nación de gran movilidad social. El pobre no estaba condenado a ser pobre toda la vida y teníamos una clase media muy sólida. Las diferencias sociales eran de las menos marcadas del hemisferio ¿Cómo estamos hoy?
En general todo el espectro social venezolano ha tenido un gran empobrecimiento en los últimos años. La clase media también. Las oportunidades de desarrollo personal y profesional están muy mermadas con respecto a hace 20 o 25 años. Tenemos un grave rezago tecnológico. Quedamos a la cola de países cercanos, y ni hablar del primer mundo. Colombia, por ejemplo, sin dejar de tener muchos problemas todavía, nos ha dejado atrás. Chile también, que hoy es un referente en Suramérica.
¿Y qué queda de la clase media? ¿El venezolano qué puede hacer más allá de tratar de satisfacer las necesidades básicas como cualquier ser vivo?
El fortalecimiento de la clase media en el pasado estuvo asociado a la expansión de la educación superior, pero con altos estándares de calidad. No como hoy, que es cantidad de institutos y no calidad, porque además no hay cómo medir esa calidad de la educación oficial. El chavismo desmontó los sistemas de medición porque los consideró “imperialistas”. Ahora tenemos bachilleres con un nivel muy bajo, poca capacidad de comprensión de los temas. A veces dudamos si saben o no leer y escribir correctamente. Cuando tratamos de revisar cada área, nos topamos con el mismo problema que he descrito antes: no hay forma de evaluar, pues la información no está disponible, no hay rendición de cuentas. El Ince se convirtió en un aparato de ideologización para reproducir el actual sistema político y dejó de ser lo que tenía que ser.
¿La ideología es uno de los elementos más negativos para el desarrollo socioeconómico del venezolano?
Sí, definitivamente. Con la bonanza económica que manejó en su momento el presidente Chávez, se pudo desarrollar las bases para unos niveles de bienestar perdurables en el tiempo y ser reconocidos al gobierno que lo logró. Esa oportunidad se perdió por el empeño de cimentar una ideología que les garantizara el control del poder.
¿El igualitarismo fue “hacia abajo”?
Sí. La idea de hacernos a todos pobres para controlarnos. Una pobreza integral, porque eso incluye arrasar con las instituciones. Al país hay que reconstruirlo todo, incluyendo sus instituciones fundamentales.
2019-02-24
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