EFE
El diputado opositor Miguel Pizarro dejó la batería y el bajo en la banda de rock Kolumpio para convertirse en uno de los políticos más jóvenes del Parlamento venezolano, al que dedica por completo su vida, sin tiempo para novias o relaciones sociales, "como si fuera un cura".
A sus 28 años, Pizarro luce tatuajes, vive en alquiler y tiene el seguro de su auto vencido porque no le llega el dinero, pero es el diputado más joven en presidir una comisión en el Parlamento, en el que, curiosamente, había pasado su infancia.
El comunicador social de la Universidad Central de Venezuela viene de una familia "de tradición política", su abuelo era "de los edecanes civiles de (el presidente chileno Salvador) Allende" lo que derivó en que su familia se exiliara en el país caribeño "una vez llegó la dictadura de Augusto Pinochet".
Su padre era guerrillero y su madre trabajó en el Senado hasta la llegada en 1998 del "Movimiento V República", fundado por Hugo Chávez, con el cual tenía profundas diferencias.
"Crecí en este Parlamento porque no había plata para pagar una guardería para que me cuidaran después de que saliera del colegio", relata Pizarro a Efe con las piernas cruzadas para, dice, no moverlas como acostumbra "desde que tocaba batería".
De aquellos tiempos, Pizarro recuerda serias diferencias entre su madre y el ahora presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup, del que ahora se declara "gran amigo".
"Mi mamá fue acusada por Henry de ser una conspiradora (…) hizo una circular botándola por ser un elemento de disturbio", cuenta con una sonrisa mientras explica su devoción por el perdón y su convencimiento de que uno no puede quedarse en el pasado.
"Hoy nosotros no somos aliados porque yo coincida con todos los postulados que tenga, somos aliados porque la crisis de este país hace que tengamos que dejar de lado las diferencias y buscar puntos en común", indica en referencia a Ramos Allup.
Para Pizarro, pertenecer al Poder Legislativo, el único que, junto al Ejecutivo, es de elección popular, es "un trabajo de altruismo".
"Una decisión puede beneficiar a millones, una idea puede aglutinar a miles y una palabra dicha en un momento oportuno puede hacer que la historia tome un rumbo distinto", señala y lamenta que algunos hagan política en busca de enriquecerse o tener fama.
"Mi familia hizo política y entró y salió de ella con la misma cantidad de plata (dinero), viviendo en los mismos sitios", subraya antes de explicar que los parlamentarios tienen "salarios muy malos".
"Ganamos como 30.000 bolívares (108,69 dólares a la tasa oficial flotante que cerró la semana pasada en 276 bolívares por dólar) al final del mes", detalla.
Su rutina, explica, empieza entre las 6.30 y 7 de la mañana cuando llega al Parlamento; es, asegura, "el último en retirarse" pues considera que "como joven tiene que dar el ejemplo (…) porque no tiene la edad para dar el consejo".
Además, al salir tiene asambleas para mantener el contacto con su comunidad.
Por ello, argumenta que no tiene descanso ni tiempo para ir a la playa, compartir con su familia o sostener relaciones personales.
"A la familia la veo una vez al mes con suerte (…) de adolescente tuve bandas, fui a conciertos, hacía cosas, hoy en día decidí renunciar a eso (…) dejar de ser un joven normal y dedicarme a esto como si fuera cura", afirma.
Aunque Pizarro considera que Venezuela tiene abundantes carencias en "salud, empleo, educación, servicios, telefonía" y que "todo esta mal", es el primero de esos temas el que le pegó de frente.
Con lágrimas asomándose en sus ojos relata que su hermana, con un tumor cerebral, depende de una inyección escasa en Venezuela y que durante su campaña para las legislativas tuvo que acompañarla al aeropuerto para "despedirla porque no hay medicinas en el país".
"No es justo que nosotros como país tengamos que vivir eso", estima y destaca que "esa indignación" es su combustible para seguir trabajando.
"No quiero que eso le pase a más nadie", dice y agradece, sin embargo, no ser de quienes despiden a sus seres queridos en un cementerio, "una situación común" en la nación petrolera que el Parlamento ha declarado en "crisis humanitaria de salud".
También lamenta el "flagelo" de la inseguridad que, indica, "se ha profundizado por el modelo" y se pregunta "¿cuál es el estímulo que da el Estado al empleo formal?" si un trabajador, detalla, "gana mensual 15.000 bolívares pero tiene la opción de robar dos teléfonos desde una moto" y venderlos "en 200.000 bolívares".
Para Pizarro, Venezuela es un país privilegiado, con una geografía "que la mitad del mundo quisiera tener, espacios mineros y un parque industrial con la mano de obra calificada".
En estas condiciones, reflexiona, si se "sincera la moneda, se protege el poder adquisitivo, se produce en el país y se garantiza que el primer beneficio es para el venezolano", los problemas más relevantes se solventarían.
2016-04-05