María José Martínez|[email protected]
La imagen de sus compañeros heridos y los rastros de sangre que desde las escaleras marcaron una ruta improvisada en medio del caos, hasta la salida de la escuela Marjory Stoneman Douglas High School, permanecen intactos en la memoria de Sofía Otero.
En instantes, el recuerdo la deja con la mirada perdida y la voz quebrada. Rompe a llorar mientras intenta contener las lágrimas con sus manos.
La joven, de 17 años de edad y estudiante el tercer año de la escuela secundaria, es uno de los sobrevivientes del tiroteo en Parkland, Florida, que mantiene conmocionada a los residentes de la que hasta hora se le consideraba una de las quince ciudades más segura de los Estados Unidos.
Zona de muerte
Sofía se encontraba junto a Daniela Menescal, otra estudiante de 17 años, en el segundo piso del edificio que aloja a los estudiantes de primer año, donde ocurrió el ataque. Su salón, justo al lado de las escaleras y ubicado en el segundo piso, fue una de las cinco aulas donde Nicolás Cruz disparó a mansalva, el 14 de febrero, contra alumnos y profesores.
“Los disparos sonaron primero como tornillos, nadie se preocupó hasta luego que sonó una ráfaga y ahí actuamos con el protocolo. Recuerdo que después se activó la alarma de incendio. Me tiré al piso, me tapé los oídos y empecé a rezar. Allí nos quedamos por petición de mi profesora”, relató Sofía quien se sobresalta al escuchar un pequeño sonido a distancia.
Al otro lado del salón estaba Daniela, quien se quedó en la esquina desde donde Cruz disparó varias veces, mientras ella veía a sus compañeros caer en el piso. Algunos ya muertos.
En su espalda baja y pierna derecha quedaron huellas de las tres esquirlas que recibió producto de las balas del fusil semiautomático AR-15 que uso el joven de 19 años, Nicolás Cruz, para perpetrar el ataque.
“Nos escondimos al escuchar los disparos. Al principio pensé que era un simulacro, pero cuando vi la sangre en el piso y sentí el dolor en la espalda por el impacto, me di cuenta que algo estaba pasando, además se escuchaban gritos y disparos en los pasillos”, narró Daniela.
“Bien y con vida”
El temor de que el atacante entrará al salón, retardó la entrada de la policía al salón, que insistía en abrirlo. Las jóvenes recuerdan que tuvieron que forzar la puerta con un arma para abrirla.
“Ya con la policía adentro, salimos agarrados de las manos. Todo el pasillo estaba lleno de humo, había charcos de sangre incluso hasta en la escalera, vidrios rotos y bolsos en el piso”, explicó Sofia.
Ambas coinciden en que esos minutos fueron eternos antes de sentir que estaban fuera de peligro. En el caso de Sofía cuando pudo volver a hablar con su madre por teléfono y avisarle que “estaba bien y con vida”, mientras a las afueras de la escuela su padre, Iván Otero, esperaba desconcertado noticias de ella. El mensaje de texto enviado por la madre alivió la angustia.
Minutos después, Daniela llegaba al hospital “herida, pero consciente”. Desde allí, le avisaba a su madre que ella -al igual que Sofía- había sobrevivido al ataque que dejó 17 muertos y al menos 15 heridos en Parkland, Florida.
Sofía Otero y Daniela Menescal, dos venezolanas que sobrevivieron al tiroteo en la escuela en Parkland, Florida. Fotos: Alejandro Álvarez Camino
De la inseguridad a la muerte
Como muchas escuelas en los Estados Unidos, en la Marjory Stoneman Douglas High School, en Parkland (Florida) es ya frecuente la presencia de estudiantes venezolanos. Una población que aumenta como consecuencia del éxodo que huye de la crisis, la escasez y la inseguridad.
Esto, entre otras cosas, unían a jóvenes venezolanos como Joaquín Oliver, una de las 17 víctimas de la tragedia, Daniela Menescal, joven de 17 años que resultó herida por los fragmentos de las balas y Sofia Otero, otra de los sobrevivientes.
Víctimas de la violencia
Antes del ataque del 14 de febrero, ellos construían su vida – en distintas circunstancias- en un nuevo lugar, lejos de su natal Venezuela. Esa en la que cada día murieron 43 jóvenes por causas violentas en 2017, lo que se traduce en casi dos personas por hora, según cifras del último informe del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).
De acuerdo con la organización, 15.890 jóvenes con edades entre los 15 y 29 años de edad fueron víctimas de la violencia delincuencial y policial en el 2017 en Venezuela, considerado el país más violento de la Latinoamérica, después de El Salvador, por la OVV y organizaciones internacionales que estudian la violencia en la región.
La joven huyó con su madre por mar de Venezuela, luego de que Iván Otero (padre), propietario de una empresa de Tecnología fue hostigado y perseguido por funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia, quienes intentaron detenerlo e intervenir su empresa.
“Nunca imaginas que esto puede pasarte. Fue la peor experiencia en mi vida, a pesar de que fui de mi país natal, esta fue la peor (…) Yo no vine a este país (EEUU) para morirme aquí, yo salí de Venezuela para no morirme allá y lo que siento es que estuve más cerca de la muerte aquí, que lo que estuve en Venezuela”, reflexiona entre lágrimas Sofía.
Joaquín Oliver, el típico “amigo de todos”
Con 17 años de edad, Joaquín Oliver perdió la vida en el tiroteo de Parkland. Se trataba de un joven que contaba con la simpatía de todo aquel que lo conoció, como buen venezolano.
Aunque llegó a Estados Unidos en 2003, cuando apenas era un bebé, su sentimiento de amor hacia Venezuela seguía intacto, y alzaba su voz en cada manifestación y concentración por la libertad del país realizada en el Sur de Florida, cuenta quienes le conocieron.
Sofía Otero y Daniela Menescal conocían a Joaquín, al que definen como una persona callada, pero que se hacía querer, y sobre todo entre con quienes compartía nacionalidad. “Eso sí me pegó, porque de paso es venezolano”, comenta Menescal, herida durante el ataque a su escuela. “Era muy alegre, muy chistoso, se le sentía la vibra de que era venezolano. Yo lo vi ese día y lo vi tan feliz que nunca pensé que el podía ser una de las víctimas”.
El sábado, fueron muchos los que asistieron a una capilla local a darle el respectivo pésame a su familia, muchos de ellos ataviados con camisetas de equipos de béisbol, fútbol americano o fútbol, ya que Joaquín era un fanático de los deportes.
2018-02-19