Carlos Crespo
El que ha ido a Choroní sabe que el camino no es fácil. Quienes se dirigen hasta ese pueblo costero deben atravesar, durante hora y media, una estrecha carretera que bordea las montañas de Maracay. La vía es tan hermosa como peligrosa. Una pequeña defensa de concreto separa a los conductores de los precipicios, mientras que los choferes deben estar alertas para esquivar a los autobuses locales, que prefieren tocar corneta a frenar en medio del camino.
A pesar de lo complicado del acceso son muchos los emprendedores que se han dejado seducir por la belleza de Choroní; y varios de ellos han contado con la ayuda o la asesoría de la Fundación Eugenio Mendoza.
La nota completa fue publicada en la edición especial por el 41 aniversario de Diario 2001. Próximamente, subiremos el resto de la información a nuestro portal.