EFE
El funeral del fotoperiodista mexicano Rubén Espinosa, asesinado el pasado viernes en Ciudad de México, se convirtió hoy en un acto que decenas de sus colegas asumieron como el adiós a uno de los ‘duros’ del clan.
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"Se nos fue uno que era de lo mejor de nuestra casa", dijo a Efe Alejandro Meléndez, uno de los fotoperiodistas más conmocionados durante el entierro de Espinosa en un céntrico panteón de Ciudad de México, donde desde hoy descansan sus restos.
Meléndez lo recuerda como un profesional en toda la palabra, que tomaba fotos donde pocos y además hacía entrevistas a la gente de a pie, y al referirse a su asesinato asume que se han llevado al mensajero, pero su mensaje se queda.
"Su cuerpo descansó, sus ideas están vivas", declaró el fotógrafo, que interrumpió la solemnidad de las exequias para acercarse a la tierra donde quedó sepultado para siempre su amigo y ponerle al lado una pequeña cámara fotográfica.
"Fue hace dos semanas, le gustaban las tortas cubanas y nos comimos una grande. Tenía buen apetito, aunque era flaco y su espíritu era muy libre. Le gustaba la música punk, el reggae y las canciones de Manu Chao. Tenemos miedo, pero estamos decididos a cumplir su mayor deseo, que estuviéramos unidos", dijo Josué Marín.
No se llama Josué ni se apellida Marín, pero pide que lo identifiquen así porque él también está amenazado y no quiere darle pistas a quienes están enojados por sus denuncias y tal vez lo quieran asesinar.
Con 102 comunicadores asesinados desde 2000 hasta 2014, México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.