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La Gran Guerra que empezó con un telegrama

Viernes, 25 de julio de 2014 a las 07:30 pm
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EFE

La Primera Guerra Mundial comenzó el 28 de julio de 1914, primero con un telegrama del Imperio Austro-Húngaro declarando la guerra a Serbia, seguido pocas horas después por los disparos de la armada fluvial austríaca contra Belgrado.

El escueto telegrama fue enviado desde Viena mediante el servicio común de correos imperiales de Austria-Hungría, a través de Budapest y Belgrado, para llegar finalmente a Nis, al sur de Serbia.

Allí se encontraba refugiado el Gobierno de Serbia, anticipando un posible golpe militar de los austríacos y asumiendo que la capital serbia era indefendible.

Horas antes, en Belgrado, un empleado local de correos vio el contenido de la misiva cerca del mediodía del día 28 y lo filtró a la prensa local.

Ésta rápidamente produjo ediciones especiales sobre la declaración de guerra, causando pánico entre la población capitalina que vació en pocas horas las tiendas de alimentos.

El histórico telegrama, firmado por el propio Emperador austríaco Francisco José, se encuentra hasta hoy en Belgrado, en el Archivo Nacional de Serbia.

Según explica a Efe Ljubinka Skodric, una experta del Archivo, el mensaje -escrito en francés- constituía una forma "poco común" y "alejada de los usos diplomáticos de la época".

Tan heterodoxo fue el telegrama, que Belgrado incluso sospechó de la autenticidad del mensaje.

El entonces primer ministro serbia, Nikola Pasic, llegó a pedir a sus diplomáticos en Rumanía que lo confirmaran.

El Archivo Nacional guarda también el ultimátum presentado por Viena a Belgrado el 23 de julio, con el que reaccionaba al asesinato -25 días antes- en Sarajevo de Francisco Fernando, el heredero al trono de los Habsburgo, a mano de un nacionalista serbo-bosnio.

"Lo más conflictivo del ultimátum fue la exigencia de que autoridades austro-húngaras efectuasen en territorio serbio investigaciones sobre la implicación de Serbia en el atentado, algo que ningún país soberano de la época podía aceptar", cuenta Skodric.

Menos de doce horas después de llegar el fatídico telegrama a Serbia, los primeros disparos de la guerra fueron efectuados por el monitor Bodrog, el orgullo de la armada fluvial de Austro-Húngara.

Entre la medianoche del día 28 y las 02.00 de la madrugada del día 29 de julio se produjo un primer intercambio de fuego entre las dos partes y con ello las primeras bajas de esta guerra: dos del lado austríaco y dos del lado serbio.

El Sava y el Danubio, los dos ríos que confluyen en Belgrado, representaban la frontera directa entre el Imperio Austro-Húngaro y el entonces Reino de Serbia.

"El ataque, lógicamente, comienza desde los ríos, va directo contra la capital debido a su inmediata cercanía", explica a Efe el historiador serbio Milan Gulic.

Además de la importancia geográfica, fue esencial la "presión psicológica" y el miedo que infundían este tipo de barcos, ya que su blindaje era insuperable para las defensas serbias.

Los cañones de 120 milímetros del Bodrog iniciaron un conflicto que se prolongaría durante cuatro años, dejando unos 10 millones de muertos, de ellos, más de un millón de serbios.

El que si sobrevivió fue el Bodrog, trasladado al final del conflicto por los austríacos a la desembocadura del Danubio para proteger, junto a otros dos buques, la retirada de sus tropas.

Pero el Bodrog nunca llegó a su destino final, Budapest, y los intentos austríacos de recuperarlo fueron inútiles, recuerda Gulic.

Así, el barco quedó en manos serbias, como botín de guerra y fue usado durante otras cuatro décadas más como barco militar yugoslavo, antes de ser abandonado en el Danubio cerca de Belgrado.

En 2005 el buque fue declarado "bien cultural técnico" de Serbia y sobrevive hasta hoy como plataforma de una gravera, tras ser testigo de un siglo de la Historia de Europa. 

Sábado, 26/07/2014