EFE
El USS Zumwalt, el destructor más avanzado y futurista jamás construido, estaba llamado a ser piedra angular de EE.UU. en las guerras del futuro, pero sus fallos y su elevado coste podrían convertirlo en la primera víctima de los recortes del presidente electo, Donald Trump.
Pese a que el mandatario electo ha prometido más gastos en defensa y especialmente en la Armada, su estrategia pasa por rebajar los costes de ciertos proyectos militares que han excedido el precio presupuestado, subrayando así su tan pregonado perfil de hombre exitoso en el mundo de los negocios.
En USS Zumwalt es el mayor destructor de la historia naval estadounidense y, pese a ello, el que menor tripulación necesita desde los años 30, pues solo requiere 142 marinos, menos de la mitad de la dotación de un buque de guerra actual y equivalente.
Se trata de un logro conseguido a base de automatismos de última generación a los que suma su capacidad de ser invisible a radares, ya que, pese a tener una eslora de más de casi 183 metros, su marca en el radar no supera los 15 metros, similar a un barco de pesca.
El destructor es el resultado de un programa de más de 22.000 millones de dólares llevado a cabo por General Dynamics, que comenzó en los años 90 con la idea de botar 32 navíos a un coste por unidad de algo menos de 1.500 millones de dólares, ahora presupuestadas a 4.200 millones de dólares cada uno.
Solo tres semanas después de la entrada en servicio de la primera unidad en aguas del puerto de Baltimore en octubre pasado, la Armada tuvo que suspender parte del proyecto para armar al destructor porque cada misil costaba el desorbitado precio de 800.000 dólares.
En mayo de este año, una auditoría gubernamental sobre el proyecto del Zumwalt halló que solo tres de las once tecnologías requeridas para la entrada en funcionamiento del destructor en operaciones de ataque mar-tierra, especialmente en armamento, aún no han alcanzado la madurez de su desarrollo.
Además, algunos analistas dudan de que el Zumwalt, pensado para dar cobertura en la costa a operaciones de la Infantería de Marina, tenga la utilidad que se esperaba en el ecosistema de defensa actual, dado el papel preponderante de los drones o los bombardeos aéreos desde portaaviones.
Por si fuera poco, en su viaje inaugural el Zumwalt quedó varado a su paso por el Canal de Panamá, poniendo un nuevo borrón a un programa que se arriesga a ser señalado por Trump como demasiado oneroso, como ya ha ocurrido con el caza F-35 o la renovación del "Air Force One", el famoso avión presidencial.
Trump utilizó el ejemplo del programa del caza F-35, que quiere adquirir el Pentágono, cuyo coste "está fuera de control", para recordar la semana pasada que "miles de millones se pueden ahorrar y se ahorrarán en compras militares desde el 20 de enero", día de su toma de posesión como cuadragésimo quinto presidente de EE.UU.
No obstante, el magnate no quiere un Pentágono o una Armada más pequeña, sino que ha prometido más gasto militar y en armamento sin especificar sus planes, que, como demuestra la historia en asuntos de defensa, suelen requerir décadas de trabajo y dotación presupuestaria.
La Armada estadounidense ha sido una de las ramas de las Fuerzas Armadas que más recortes ha sufrido en la última década, algo que incluso ha llevado al país a quedarse con diez portaaviones, por debajo de los once marcados como mínimo.
Trump ha prometido devolver a la Armada un lustre que no tenía desde hace 20 años, al elevar el nivel actual de 272 naves a 350, algo que, aparte de aumentar la capacidad de mantener una presencia militar en todo el mundo, crearía empleos en astilleros e industrias auxiliares.
El Zumwalt podría sucumbir ante los más urgentes proyectos para finalizar la construcción de dos portaaviones de la clase Ford, submarinos nucleares de la clase Virginia y fragatas de combate litoral y drones de la Armada integrados para combate asimétrico, como los que se dan en Oriente Medio.
2016-12-21