En el mundo del marketing, hay quienes dominan las métricas y las tendencias. Y luego está Luis Ortega, un venezolano que ha forjado su camino combinando técnica, carisma y una lección que aprendió desde niño: poner al cliente en el centro, como protagonista de cada historia.
Ortega no siempre tuvo una oficina ni un título en la puerta. Su historia comenzó como la de muchos migrantes: con un trabajo humilde y una maleta llena de ideas. Lo que lo diferencia es que supo convertir cada experiencia, incluso la más básica, en una oportunidad de crecimiento.
Una vocación que nació en casa
Luis no tuvo que esperar a la universidad para tener su primer curso de marketing. Lo recibió en su propia casa, viendo a su padre trabajar. “Mi papá siempre fue un excelente comerciante. Me tomó tiempo entender que su éxito no se basaba en técnicas sofisticadas, sino en hacer sentir a sus clientes como ganadores. Él no vendía productos, ofrecía relaciones. Y una buena relación también es una solución”, cuenta Ortega.
Esa observación lo marcó. Con el tiempo, su curiosidad lo llevó a estudiar Comunicación Corporativa en la Universidad Santa María (2010-2015), pero su formación no se detuvo ahí. Se especializó en producción audiovisual con una certificación Apple y, actualmente se encuentra dentro el exigente programa de hospitalidad de Union Square Hospitality Group en Nueva York.
“Siempre he sido muy curioso. Estudié comunicación para entender mejor las relaciones humanas, y a la par, me formé en mercadeo con libros, cursos y experiencias. Para mí, esto se parece más a la sociología que a las ventas tradicionales”, afirma.
De busboy a estratega digital
Cuando llegó a Estados Unidos, Ortega no consiguió de inmediato un puesto en marketing. Su primer empleo fue como busboy en un gastrobar de Miami llamado Capri Club. Mientras limpiaba mesas y copas, no pudo evitar observar el flujo del negocio y pensar en formas de mejorar su visibilidad y atraer más clientes.
“Yo comentaba ideas al dueño, aunque nadie me las pidiera. Lo hacía con respeto, pero con la convicción de que si al restaurante le iba mejor, nos iba mejor a todos. Y funcionó”, recuerda. Su iniciativa no pasó desapercibida. En solo dos meses, pasó de estar detrás del bar a estar frente al computador, liderando el marketing del restaurante. A partir de ahí, todo cambió.
Capri Club se convirtió en el primer capítulo de una nueva etapa profesional. Más adelante, Ortega sumó a su portafolio marcas como Fratellino’s, Prima Pasta y El Churrasco, consolidándose como uno de los nombres clave en el marketing gastronómico del sur de Florida. También dirigió el lanzamiento de Capri Ristorante, una división italiana del primer restaurante que confió en él.
Más allá de la publicidad: crear experiencias
Para Ortega, el marketing no se trata solo de vender más platos o llenar mesas. Se trata de construir experiencias memorables. “Uno no recuerda los anuncios; recuerda cómo lo hicieron sentir. Por eso, cada campaña que hago parte del cliente, de su entorno, de su emoción”, explica.
Y es que su enfoque tiene mucho que ver con hospitalidad. A través de su formación con Union Square Hospitality Group —líderes en excelencia en el servicio al cliente—, Ortega está consolidando una visión donde cada punto de contacto es una oportunidad para generar conexión real. Su trabajo combina estrategia digital, contenido audiovisual y storytelling, pero siempre con el mismo principio: ofrecer valor antes que pedir algo a cambio.
Un perfil en evolución constante
Aunque acumula más de una década de trayectoria, Luis Ortega no se siente "hecho". Sigue aprendiendo, explorando nuevas herramientas y analizando el comportamiento del consumidor con una mirada crítica y humana.
“Yo no he terminado de estudiar. Este campo cambia todos los días. Pero algo no cambia: la gente siempre quiere sentirse escuchada, respetada y entendida. Si logras eso, ya tienes más de la mitad del trabajo hecho”, afirma con convicción.
Hoy, trabaja en nuevos proyectos que integran marketing, hospitalidad y producción audiovisual. Pero sin importar cuán grande o sofisticado sea el cliente, sigue aplicando la misma fórmula que vio en su casa: ser genuino, pensar en el otro y construir relaciones. Ortega no es solo un estratega de marketing; es un constructor de confianza, alguien que entendió que la mejor campaña comienza con una buena conversación.
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