El reciente fallecimiento de James Watson a los 97 años, el pasado 7 de noviembre, marca el cierre de un capítulo en la historia de la ciencia.
El biólogo molecular estadounidense, galardonado con el Premio Nobel, será recordado como codescubridor de la estructura de doble hélice del ADN, un avance que redefinió la biología moderna.
Sin embargo, según reportajes de BBC, su historia no es solo una celebración científica, sino también un relato sobre cómo las convicciones personales pueden colisionar con el rigor académico.
Watson: un hito que cambió la biología
En la década de 1950, el trabajo de Watson fue decisivo para descifrar la arquitectura del material genético.
La revelación de la estructura de doble hélice del ADN proporcionó el mecanismo explicativo de la herencia, un avance que es considerado el catalizador de la biología molecular contemporánea.
Desde sus estudios becado a los 15 años en la Universidad de Chicago hasta su traslado a Cambridge para investigar la difracción de rayos X y, finalmente, construir el modelo del ADN con Crick, su carrera fue un ascenso meteórico impulsado por la curiosidad y el genio.
Declaraciones que impulsaron su caída
A pesar de su ilustre carrera, la vida de Watson se vio empañada por sus reiteradas declaraciones sobre una supuesta correlación genética entre raza e inteligencia.
En 2007, mientras trabajaba en la Universidad de Cambridge, sus comentarios a un periódico británico sobre el futuro de África y la inteligencia desataron una oleada de críticas de políticos y científicos, quienes lo calificaron como racista.
Estas afirmaciones, que implicaban una inferioridad genética en las personas de piel oscura, resultaron en la cancelación de conferencias y una suspensión temporal de su rol en el Laboratorio Cold Spring Harbor.
La revocación de honores en Cold Spring Harbor
Aunque en 2007 Watson se retractó y emitió una disculpa, la controversia resurgió con fuerza en enero de 2019.
Tras reiterar su postura en un documental de televisión, la institución con la que había estado ligado durante décadas, el Laboratorio Cold Spring Harbor de Nueva York (que dirigió desde 1968 y convirtió en un centro de investigación mundial), le despojó de todos sus títulos honoríficos.
El laboratorio declaró que sus comentarios eran "infundados e imprudentes", señalando que las nuevas declaraciones revertían cualquier disculpa previa y rompiendo formalmente todo vínculo con él.
Años antes de este desenlace, en 2014, Watson había sido noticia por otra acción inusual: se convirtió en el primer ganador en la historia en subastar su medalla de oro del Nobel.
Él argumentó que esta decisión se debió a que la comunidad científica lo había "excluido" tras sus primeros comentarios sobre la raza.
La medalla fue adquirida por un multimillonario ruso por US$4.8 millones, quien, en un gesto inesperado, se la devolvió al científico inmediatamente. Watson afirmó entonces que usaría parte de las ganancias para financiar proyectos filantrópicos en las instituciones donde había estudiado y trabajado.
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