¿Cuánto vale una joya? ¿Y una que haya pertenecido a una "pobre niña rica" como Bárbara Hutton? El deseo del coleccionista unido al valor intrínseco de la pieza y a una buena historia -si es trágica mejor-, convierten estos brillantes en objeto en uno de los más pujantes sectores de subastas.
El collar Hutton-Mdivani alcanzó la semana pasada la nada desdeñable cifra de 27,44 millones de dólares en una subasta celebrada en Hong Kong, un récord que eclipsó todas las apuestas previas y que confirma el buen estado de un sector a años luz de la crisis que afecta al resto de los mortales, pero ¿Estamos ante una nueva burbuja?.
"Alguien que tiene esa suma de dinero no tiene un pelo de tonto", señaló el presidente del Instituto Gemológico Español, Jesús Yanes, que apela al "sentido común" a la hora de encontrar una explicación a un precio tan desorbitado y no a una "mano negra" especulativa.
Esta joya es, a su juicio, una pieza "excepcional". Realizada por Cartier y compuesta por 27 piedras de jade, fue un regalo del padre de Bárbara Hutton a la rica heredera con motivo de su primera boda con el aristócrata georgiano Alexis Mdivani.
Apenas duraron dos años juntos y sería el primero de los siete matrimonios de la joven millonaria, que aunque buscó incansablemente el amor, acabó sola y arruinada los últimos días de su vida.
Tras el divorcio, la joya pasó a manos de los Mdivani y luego a distintos coleccionistas privados. De hecho, se ha subastado en otras ocasiones, en 1988 alcanzó los 2 millones de dólares, una cifra ridícula en parte probablemente porque entonces solo se dijo que perteneció a la poco evocadora princesa Nina Mdivani -hermana de Alexis-, y no contó con una campaña de publicidad tan sonada.
Según Andres White Correal, experto de joyas de la casa Sotheby’s -que celebró la subasta del collar-, los factores para que una pieza alcance un precio excepcional son: que la joya sea utilizable (por tamaño y diseño), el valor intrínseco de la pieza (talla, calidad y rareza), y la procedencia e historia de la joya.
"Es cierto que el precio eclipsó cualquier espectativa, pero el mercado percibió y confirmó que era una oportunidad que jamás se volvería a presentar", señaló, preguntado por la posibilidad de que sea una cifra demasiado elevada.
Siete clientes de tres continentes pujaron con fuerza y, tras una "batalla feroz", el precio alcanzado es "el valor que el mercado ha dado a esta pieza, única en su calidad, en su rareza y procedencia", aseguró White Correal.
El Hutton-Mdivani no ha sido el único caso -ni será el último-, el siglo XX contó con un gran número de mujeres célebres y grandes apasionadas de las joyas que, una vez desaparecidas, han seguido acaparando flashes gracias a sus joyas.
En 1987, las joyas de Wallis Simpson -la mujer por la que abdicó Eduardo VIII- alcanzaron los 50 millones de dólares, muy por encima de los 7 millones previstos inicialmente. Y el diamante Beau Sancy, que perteneció a cuatro casas reales y a María de Medicis, se adjudicó por 9 millones de francos suizos, aunque se estimó un valor de entre 1,85 a 3,65 millones.
"El auténtico coleccionista, para serlo de verdad, tiene que estar completamente pirado (loco) ¿Por qué se paga por una camiseta de los Beattles lo que se paga? Lo que vale es el mito", explicó el presidente del IGE, una circunstancia que en el caso de las joyas se ve incrementado por el valor de la pieza.
Las subastas, según este experto, son una manera de poner un objeto en el mercado muy adecuado para épocas de crisis, porque es más inmediato y "tiene una mayor liquidez".
El representante de Sotheby’s se refirió, en cambio, a un "mercado verdaderamente global" con coleccionistas activos en 44 países, y una perspectiva que no sabe de crisis: "El futuro del mercado de subastas de joyas es como ellas mismas, brillante", aseguró.
¿Cuál es la pieza que toda casa de subastas le gustaría tener? "Cualquiera de calidad excepcional que nunca antes se haya ofrecido", responde el responsable de la casa de subastas. No hay más que decir, desempolven sus joyeros. EFE