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La piscina en la que hay que hacer cola 7 horas para entrar

Domingo, 20 de julio de 2014 a las 07:30 pm
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BBC Mundo

Hace calor en Nueva Delhi. Tanto, que mi baño es una sauna permanente. Tanto, que una enorme vela aromática que dejé en la terraza se derritió, dejando un charco viscoso. Tanto, que el agua, incluso la procedente del grifo frío, emana vapor.

Lamentablemente, en la capital de India hay pocos lugares públicos a los que se pueda acudir en busca de alivio ante las abrasadoras temperaturas. Así que cuando un amigo me propuso ir a un complejo deportivo administrado por el gobierno, y que tiene una piscina de tamaño olímpico, no dejé escapar la oportunidad.

La membresía de tres meses cuesta menos que un almuerzo en uno de los selectos restaurantes de la ciudad, pero conseguirla es una hazaña olímpica en sí misma. Para tener éxito, se necesita la resistencia para vencer a cientos de rivales en el único día del mes en el que la ofrecen a todo el público.

Inicia la odisea

Así que el último lunes de junio mi marido y yo salimos de casa justo antes de las 5:00, bajo una luna creciente. Condujimos a través de las normalmente abarrotadas y bulliciosas calles de Nueva Delhi y, al llegar ante las puertas aún cerradas del complejo deportivo, nos encontramos con cientos de personas que se nos habían adelantado.

No había cola; raramente la hay en India. En su lugar, una enfurecida multitud se agolpabacontra las puertas, gritando a los guardias de seguridad que se encontraban del otro lado.

La razón del alboroto era una lista, elaborada de manera no oficial por la multitud. La gente había estado agregando sus nombres en ella desde las 22:00 de la noche anterior. Tan grande es la competencia, que la gente quería asegurarse de que lograba el acceso a la piscina en el orden en que sus nombres aparecían en el listado. Pero los guardias se negaban a aceptar aquel registro.

La lista de la discordia

Frente a ello, la división era patente. Los últimos en llegar cuestionaban apasionadamente la legitimidad del listado.

"No existe un procedimiento", gritaba la gente. "Lo hacen de manera diferente cada vez. A veces siguen la lista y otras no", se quejó un hombre.

En medio del altercado, un señor mayor con barba y bigote pareció y se dirigió a la multitud desde la puerta.

Con todo el ruido que había, nadie escuchó lo que el dijo hombre, quien aparentemente era un coronel retirado a cargo del proceso de admisión.

Poco después, los guardias hicieron uso de la controvertida lista, pero sólo para permitir la entrada a 100 personas, en lugar de a 400, como acostumbran. Y lo hicieron sin dar ninguna explicación.

La gente gritó. Algunos trataron de abrirse paso a través de la puerta. Otros intentaron pasar por los huecos entre los barrotes.

La multitud se volvió hacia una mujer mayor que llegó a relevar a su conductor, quien había estado haciendo cola en su lugar. Ella protestó: "¿Cómo podría hacer cola durante horas si tengo problemas para estar de pie?". A pesar del comentario, le mostraron poca piedad.

Finalmente, por temor a un motín, las autoridades decidieron dejar pasar a toda la gente hasta la cancha de baloncesto y prometieron formularios para todos.

Llegado a este punto, usted se preguntará el porqué de tanto caos para acceder a una piscina.

Hay varias razones. India es un país superpoblado. Sólo la capital tiene 25 millones de habitantes, según las más recientes cifras de las Naciones Unidas.

La economía de la escasez

Pelearse en las hileras es un deporte nacional, dada la escasez de escuelas, casas, baños y camas de hospital.

Existe también lo que un profesor memorablemente me describió como la "economía de la escasez".

Se trata de crear una carencia artificial y luego hacer que el acceso a los medios sea injusto y opaco, situación de la que se benefician aquellos que tienen contactos.

Usted puede estar seguro de que cada uno de los miembros de la élite de Nueva Delhi tiene ya una membresía permanente del centro deportivo. La flor y nata de India colecciona privilegios como otros acumulan millas aéreas. Estos ciudadanos raramente utilizan la piscina, como admitió una de las mujeres de la cola cuyo padre posee una membresía.

Entonces, ¿cómo nos fue? Después de siete horas, una pausa del personal para tomar el té, varios partidos acompañados de feroces gritos y el enfrentamiento con un guardia que intentó echarnos de la cola en la que estábamos, no conseguimos la membresía. De haberlo hecho, lo habríamos tenido demasiado fácil. Lo que logramos fue un formulario.

Y es justo admitir que nos saltamos la cola, pero sólo porque estábamos detrás de 100 personas que habían llegado después de nosotros.

El formulario antes de la membresía

"Ustedes han adoptado las costumbres indias. No se saltarían la cola en su país", nos gritó un hombre.

"Bueno, si es así, debería felicitarnos", dijo mi marido, firme en su lugar.

En torno al mediodía, con cara de sueño y empapada en sudor, finalmente me fue dado un formulario de solicitud mal fotocopiado, sellado y firmado por el coronel retirado; nuestro boleto para una membresía y el acceso a la fresca agua de la piscina.

Tuvimos suerte. He escuchado de huesos rotos y de ocasiones en las que hubo que llamar a la policía.

Unos días más tarde, con la tarjeta de miembro en la mano, rápidamente empacamos nuestras cosas y condujimos hasta la piscina, extáticos ante la idea de un refrescante chapuzón.

Al llegar, nos anunciaron que la piscina permanece cerrada a diario, de 10:00 a 15:00, probablemente para aquellos miembros permamentes, pertenecientes a la élite, que nunca se molestan en ir.

 

2014-07-21