El Escándalo de las Medias Negras (Black Sox Scandal) de 1919 corresponde a uno de los episodios más infames y traumáticos en la historia del béisbol profesional estadounidense.
Los Medias Blancas de Chicago de 1919 eran considerados uno de los mejores equipos de béisbol jamás reunidos, favoritos indiscutibles para ganar la Serie Mundial contra los Cincinnati Reds. Sin embargo, a pesar de su talento, existía un profundo resentimiento en el vestuario.
Origen del conflicto
El dueño del equipo, Charles Comiskey, era acusado de ser "tacaño", pagando a sus estrellas sueldos que, aunque eran comparables a los de la liga, los jugadores sentían que no correspondían a su valía, un descontento que dio inicio a la gran polémica
El artífice principal de la conspiración fue el primera base Arnold "Chick" Gandil, quien, junto a un grupo de jugadores clave, hizo contacto con una red de apostadores profesionales, que se cree estaba encabezada por el notorio gánster de Nueva York, Arnold Rothstein.
El acuerdo era sencillo y devastador: los jugadores recibirían un soborno (las cifras varían, pero se estiman entre $70,000 y $100,000 en total) a cambio de manipular intencionalmente la Serie Mundial y perderla.
La traición en el terreno
Ocho jugadores participaron en la conjura, incluidos lanzadores estelares como Eddie Cicotte y Claude "Lefty" Williams, y la mayor estrella del equipo: el jardinero Joe "Shoeless Joe" Jackson.
La serie, que se jugaba al mejor de nueve partidos, comenzó el 1 de octubre de 1919, y las apuestas cambiaron drásticamente a favor de los no favoritos Reds, confirmando los rumores que ya circulaban entre los apostadores.
El "arreglo" se puso en marcha de manera dramática en el primer juego cuando Eddie Cicotte, el lanzador abridor de Chicago, golpeó intencionalmente al primer bateador de Cincinnati en el segundo lanzamiento, una señal acordada con los gánsteres para confirmar que el trato seguía en pie.
Los errores no forzados, los lanzamientos fallidos y el bateo inusualmente pobre (el campocorto Swede Risberg bateó para solo .080) se sucedieron, y los White Sox perdieron el primer partido 9-1. La serie continuó con un juego intencional de "pérdida" y "ganancia" por parte de los conspiradores, especialmente cuando los apostadores se negaron a entregar el dinero prometido después de la quinta derrota.
Finalmente, bajo amenazas de violencia contra ellos y sus familias, los jugadores corruptos se aseguraron de que los Reds ganaran el octavo partido, sellando la serie 5-3.
Rumores de amaño de encuentros
Los rumores de amaño se intensificaron durante la siguiente temporada, y el escándalo estalló en septiembre de 1920, cuando el lanzador Eddie Cicotte y la estrella Joe Jackson confesaron su participación ante un gran jurado.
Jackson, en su llorosa confesión, admitió haber aceptado $5,000, pero siempre sostuvo que jugó para ganar, una versión respaldada por su notable promedio de bateo de .375 durante la serie.
Un veredicto polémico
Aunque los ocho jugadores fueron acusados de conspiración, todos fueron declarados inocentes en el juicio de 1921. La absolución se debió en gran parte a la misteriosa desaparición de las confesiones firmadas de los jugadores de los archivos del jurado.
Sin embargo, la vindicación legal fue efímera. Al día siguiente del veredicto, el recién nombrado Comisionado de Béisbol, el Juez Kenesaw Mountain Landis, tomó una decisión histórica. Landis, instituido para restaurar la fe pública en el deporte, dictaminó que, independientemente de la absolución judicial, cualquier jugador que se confabulara para amañar un juego sería expulsado del béisbol profesional.
Consecuencias a los beisbolistas involucrados
Los ocho jugadores, apodados para siempre los "Medias Negras", fueron vetados de por vida del deporte. La prohibición fue especialmente dura para el tercera base Buck Weaver, quien, aunque no aceptó dinero, fue expulsado por no reportar el complot.
La decisión de Landis restableció la confianza del público, pero a costa de la carrera de una generación de talentos, marcando para siempre el principio de una era de estricta vigilancia sobre la ética deportiva.
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