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Menos fieles en Europa, desafío para el Papa Francisco

Lunes, 18 de marzo de 2013 a las 07:30 pm
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La iglesia está construida con vigas de acero oxidado, entre las cuales hay huecos, y su belleza austera le ganó un premio internacional de arquitectura.

Sin embargo, la tétrica desolación de este inmueble que permite mirar a través de los muros lo ha convertido también en un reflejo del estado del catolicismo en un continente cansado de la religión, donde los templos reales, como las decenas que cubren esta verde zona, pierden cada vez más feligreses y funcionan menos como centros de oración.

El papa Francisco enfrenta una serie tremenda de desafíos, entre los que está recuperar a los fieles en el corazón histórico de la Iglesia católica. El pontífice ha tenido ya un comienzo promisorio, con una atractiva personalidad humilde que ha infundido energía a los feligreses, y la ceremonia del martes, en la que se inauguró formalmente su pontificado, reforzó su presencia en los corazones y mentes de muchos católicos cuando exhortó a proteger al planeta y ayudar a los pobres.

Pero reanimar la fe no será fácil en un continente cada vez más secularizado que se ha horrorizado por los escándalos de abuso sexual en la Iglesia, la cual ha ahuyentado también a muchos por sus posturas sobre los anticonceptivos, el celibato y la posibilidad de que las mujeres se ordenen sacerdotes.

"No habrá soluciones milagrosas disponibles para el nuevo papa", dijo Rik Torfs, senador belga y profesor de derecho canónico en la Universidad de Lovaina.

En grandes áreas de Europa, los templos con bancas y púlpitos vacíos se han convertido en la dura realidad dentro de un continente donde, hace no mucho tiempo, sus torres y cúpulas eran el punto principal de referencia para la sociedad en numerosos poblados. En Italia, el propio traspatio del Vaticano, ser católico parece más un rasgo cultural que un credo. Francia e Irlanda, tradicionalmente católicas, se alejan también de la Iglesia.

Incluso en Polonia, profundamente devota y la nación de origen del carismático papa Juan Pablo II, la fe comienza a decaer.

"La estructura de la Iglesia, en términos tanto estadísticos como intelectuales, se ha debilitado mucho", dijo Torfs.

Y para encontrar señales de este declive, no hay sino que mirar a París, donde la famosa Catedral de Notre Dame celebra este año su aniversario número 850.

En el día en que comenzó formalmente el papado de Francisco, miles de turistas superaban por mucho en número a unos 200 fieles que oraban en Notre Dame, pese a que ahí se mostraba la transmisión televisiva de la ceremonia en la Plaza de San Pedro.

Un total de 13 millones de personas visitan Notre Dame cada año y forman largas filas para entrar. Pero el propio sitio de la catedral en la internet destaca que quienes desean asistir a misa rara vez deben esperar.

En un hecho que ilustra el secularismo de los europeos, muchas iglesias se han convertido en restaurantes y tiendas o incluso han sido demolidas. Los templos adquieren así una función social distinta a la ideada por quienes los construyeron.

En Gante, Bélgica, una capilla es ahora una tienda de ropa para mujeres. Al otro lado de la frontera, en Holanda, un templo dominico en Maastricht se ha convertido en una de las librerías más reputadas de Europa. En la misma ciudad, una iglesia gótica del siglo XV funciona como hotel-boutique contemporáneo.

Este acto de desaparición fue el que dio ciertas ideas a Pieterjan Gijs, de la firma de arquitectos Gijs Van Vaerenbergh.

Construida como si fuera una iglesia auténtica de una aldea, la instalación de arte en Borgloon tiene una estructura formada por varios estratos de vigas, que permiten la visibilidad entre los muros. Es como si se tratara de una estructura a punto de difuminarse, lo que le da un significado estético y otro filosófico. La construcción ganó el premio al mejor inmueble religioso de 2012, entregado por el sitio en línea Arch Daily.

"Cada vez más, las iglesias están vacías y, en ese sentido, ésta aborda este asunto", consideró Gijs.

A través de esta obra, llamada "Leer entre Líneas", es posible ver a lo lejos una iglesia real, la de San Odulfo, cuyos orígenes se remontan a casi un milenio y que ahora enfrenta problemas.

En el interior de San Odulfo, 12 cirios encendidos simbolizan todos los bautizos que se han realizado ahí en casi año y medio. Se trata de un número muy bajo para la iglesia principal de una zona habitada por unas 10.000 personas. En contraste, 17 pequeñas cruces dan cuenta del número de sepelios realizados con ceremonias religiosas en los últimos cuatro meses, un testimonio de una grey decreciente que no se refuerza con la llegada de nuevos devotos.

Maria Vrancken, quien recuerda haber ido a la iglesia todos los días cuando era niña, no suele ver ya que se llene San Odulfo en alguna misa.

"No, sólo para los funerales", dijo. "E incluso ahí, depende de quién sea sepultado".

Las estadísticas coinciden con su versión.

De acuerdo con las cifras más recientes del profesor Marc Hooghe de la Universidad de Lovaina, los bautizos en Bélgica declinaron. En 1967 representaban el 93,6% de los nuevos nacimientos, mientras que para 2009 habían caído al 57,6%.

Las bodas religiosas tuvieron un descenso incluso mayor, al pasar de 86,1% a 26,2% en el mismo periodo. Y la asistencia a las iglesias se desplomó de cerca del 43% a sólo el 5%.

El Centro Investigador Pew evaluó la observancia religiosa durante el pontificado del antecesor de Francisco, Benedicto XVI, en Francia, Alemania, Italia y España, y encontró que era escasa dentro de las cuatro mayores poblaciones católicas de Europa occidental.

"En los cuatro países, una minoría de católicos dice que la religión es muy importante para su vida", encontró el estudio. En el caso de los franceses, la proporción fue de sólo 15%. La asistencia semanal a misa cayó de 10 a 9%. El Pew dijo que no había sondeado con suficiente frecuencia la asistencia a misas en Italia.

Esa caída en la participación de los fieles ha afectado la influencia de la Iglesia en la sociedad y en la política, y también ha socavado su fortaleza desde dentro.

"Hubo un cortocircuito entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. La Iglesia no tiene ya la estructura que tenía hace unas décadas", consideró Torfs. "Se ha debilitado más de lo que se percata la opinión pública. Es incluso peor".

La situación ya es lo suficientemente mala para Vrancken, de 63 años, en Borgloon. Dijo que quedan dos curas para 13 iglesias, entre medianas y pequeñas, tanto en este poblado oriental de Bélgica como en sus alrededores.

"Hay algunos curas retirados que vienen y ayudan de vez en cuando", dijo. "Así que nos dicen que hay que asistir a misa, pero ya casi no pueden hacerlo porque casi no hay misas ya".

Otra vez las estadísticas sustentan este comentario. El obispado de Hasselt, que abarca Borgloon, tenía 843 curas diocesanos en 1967. Para 2009, la cifra había bajado a 335. Para toda Bélgica, el número de sacerdotes descendió de 10.087 a 3.659 en el mismo periodo.

Y con los problemas de cantidad llegan los de calidad, opinó Torfs.

"El gran problema consiste en encontrar a gente suficiente que pueda participar en este mundo y que pueda defender sus posturas, sacerdotes que puedan comunicarse con el mundo exterior y tener una influencia suficiente", dijo.

Sin embargo, un papa adecuado puede marcar una diferencia. Y ciertamente, Francisco ha tenido el mejor comienzo posible, señaló Torfs.

"Por primera vez en décadas tenemos a alguien con una nueva perspectiva del mundo", destacó. "No habíamos tenido eso en mucho tiempo". / AP.