El público de Las Ventas mostró hoy un claro favoritismo por El Cid y por Iván Fandiño -que cortó la única oreja de la tarde- en la segunda corrida de la Feria de Otoño, durante la que se lidió uno de los toros del año en Madrid.
FICHA DEL FESTEJO:Tres toros de Victoriano del Río y tres de Toros de Cortés (primero, quinto y sexto), desiguales de volúmenes y de pitones, y de juego manejable dentro de su medido fondo. Destacó sobre todos el cornalón cuarto, con una suprema calidad en la muleta.
El Cid: pinchazo y estocada (silencio); dos pinchazos, estocada caída trasera y descabello (vuelta al ruedo tras aviso).
Iván Fandiño: estocada desprendida (oreja tras aviso); estocada trasera (silencio).
Sebastián Ritter, que tomaba la alternativa: estocada trasera (ovación); estocada atravesada (silencio).
El banderillero Roberto Martín "Jarocho", de la cuadrilla de Iván Fandiño, fue aparatosamente arrollado por el tercero de la tarde, aunque sin consecuencias.
La plaza se cubrió en más de las tres cuartas partes de su aforo en el segundo festejo de la Feria de Otoño.
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IMAGEN DE MARCA
En un uso muy común en estos tiempos de mercadotecnia, los públicos de toros suelen acudir a las plazas muy condicionados por la "imagen de marca" de los toreros. Y los hay que, al paso de los años y por méritos adquiridos en el ruedo, gozan de una buena fama previa que les allana el camino del triunfo.
Algo así sucedió hoy con El Cid e Iván Fandiño en la segunda corrida de la feria de Otoño, en la que el público madrileño contempló con más atención y les jaleó y premió con generosidad unas faenas que, en otro momento o de la mano de otros espadas, no habrían tenido tanta repercusión.
El momento más elocuente fue la lidia completa de El Cid al cuarto de la tarde, un toro que ya fue aplaudido de salida por su aparatosa cornamenta. Pero, arrancada tras arrancada, el de Victoriano del Río mostró que solo sabía usar su armamento para embestir con una clase excepcional.
Fue este "Verbenero" un toro alegre y pronto a los cites y que se empleó con profundidad y ritmo en cada embestida ya desde el saludo de capa de El Cid, quien ya le hizo un templado quite por delantales después del tercio de varas, donde el animal apenas se empleó.
Replicó seguidamente Fandiño con unas gaoneras tropezadas y aún le contestó el sevillano con unas verónicas desajustadas, en lo que fue un mediano amago de competencia en quites que se jaleó, en cambio, como si fuera una cumbre del toreo.
Ya con todo a favor, tanto el gran toro de Del Río como el público que tantas veces le vio triunfar aquí, El Cid se dispuso a torear de muleta prescindiendo de unas probaturas innecesarias a tenor de la calidad del enemigo.
La faena se apoyó en la mano izquierda, con un inicio ligero, de muleta volandera y poco mando, y una parte central de series muy cortas en cantidad y de escaso temple, pero con el torero relajado y confiado ante ese "Verbenero" que puso casi toda la profundidad y la emoción.
Por una u otra causa, el público se puso en pie en varias ocasiones, queriendo ver tal vez a El Cid de otros tiempos, pero que hoy se fue a por la espada de matar cuando el toro aún tenía dentro otra media faena de gran nivel.
El caso es que dos pinchazos y una estocada caída le restaron al de Salteras los trofeos que muchos estaban ansiando concederle. Y se tuvo que conformar, una vez más, con una vuelta al ruedo que el presidente le negó al gran toro que había provocado la catarsis.
El Cid no había pasado antes de aseado con un segundo de poco fondo y muy similar al quinto, que se quedó corto en la muleta de Iván Fandiño, al que se agradeció con una ovación su "gesto" de anunciarse dos tardes esta feria.
Al torero de Orduña ya le había correspondido otro de los toros destacados, un tercero que también tuvo nobleza y duración. Acertó Fandiño a darle tiempo y distancia desde que abrió faena por estatuarios en los medios y aprovechó sus primeras inercias, para después tirar de él con aguante y cierta rigidez en un trasteo de altibajos.
Y, tras una estocada cobrada por derecho, se le concedió una oreja de poco peso pero solicitada con la misma euforia con que se vio su faena.
En cambio, el colombiano Sebastián Ritter tomó la alternativa entre la indiferencia de un público que, sin fama previa, lógicamente aún no le ha puesto sello.
El joven espada de Medellín se enfrentó al lote más complicado y cornalón de la corrida. Y si apenas se pudo lucir con el aplomado sexto, se pasó por los muslos una y otra vez, muy despacio y con un apurado ajuste, los serios pitones del toro del doctorado, que embestía descoordinado y sin apenas recorrido.
Tras brindar al cielo en recuerdo del que fuera su apoderado Antonio Corbacho, Ritter se plantó en la arena con un firme valor, sin importarle siquiera las molestias del viento. Pero a este torero sin "promoción" el público de Madrid apenas le premió con unas rácanas palmas/.EFE