Un primer convoy de ayuda entró en las zonas rebeldes del norte de Siria, ocho días después del terremoto que la Organización Mundial de la Salud calificó como la “peor catástrofe natural en un siglo en Europa”. El saldo de muertes en Siria y Turquía supera los 35.000 muertos.
A más de una semana del sismo de magnitud 7.8, las esperanzas de encontrar personas con vida bajo los escombros se desvanecen. Por ello, la atención se centra en proporcionar alimentos y refugio a los damnificados.
Sin embargo, activistas y equipos de emergencia en el noroeste de Siria criticaron la lenta respuesta de la ONU en las áreas controladas por los rebeldes, en contraste con los aviones cargados de ayuda humanitaria que llegan a los aeropuertos controlados por el gobierno.
En Siria, por primera vez desde 2020, un convoy de ayuda entró el martes (14 de febrero) en las zonas rebeldes del norte. El cargamento ingresó a través del paso fronterizo de Bab al Salama con Turquía, indicó la AFP.
El convoy está compuesto por 11 camiones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dijo un portavoz de esa organización de las Naciones Unidas en Ginebra.
La preocupación crece en ambos lados de la frontera por los damnificados, sobre todo por los niños, entre los cuales más de siete millones quedaron afectados, según Unicef. Asimismo, la organización expresó su temor de que hayan muerto “muchos miles” más.
“Está claro que los números seguirán creciendo”, dijo en Ginebra James Elder, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El balance más reciente es de 35.331 muertos, 31.643 en Turquía y 3.688 en Siria.
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