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La lepra de la indiferencia

Jueves, 15 de febrero de 2024 a las 01:05 pm
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En estos últimos tiempos se respira una atmósfera de indiferencia a lo largo y ancho del territorio venezolano, nadie le importa nada, algunos la acuñan a que el gobierno tiene todo el poder, es decir estamos en presencia de un centralismo, en el cual las líneas de mando se dan desde arriba, lo que ha ocasionado que el pueblo aun observando ciertas actividades indecorosas en la función pública prefieren guardar silencio para ahorrarse conflictos lesivos a futuro.

En realidad, no se puede ocultar la conducta de quienes vienen actuando de esta forma, pues hay que recordar que hay necesidades que privan el actuar de los ciudadanos, en especial la alimentaria y salarial, que son variables con las que han jugado los políticos desde hace un buen rato y que ha dado resultados a su favor para mantener sus regímenes en la historia política de nuestro país.

Pero este silencio nos está convirtiendo en seres anónimos, sin destino, futuro, sin historia propia, sin duda alguna en seres enfermos de indiferencia, que existimos, pero que no estamos dejando huellas históricas a nuestro paso.

La indiferencia ¿otra pandemia?

Este virus de la indiferencia es otra gran pandemia que está acabando con nuestro país y para ella la única vacuna que existe está en nosotros mismos, consiste en fortalecer nuestros valores humanos, en no dejar nuestra corresponsabilidad de construir las bases sólidas de nuestra patria en los hombros de un minúsculo grupo de líderes indiferentes, vivarachos y acostumbrados a darle palo a la piñata sin importarle que los invitados al festín agarren caramelos.

Hasta cuando el inmaculado manto del silencio externo, porque en lo interno todos los días hay una gran rebelión que golpea las paredes del alma y mantiene en zozobra el espíritu inconforme a las ruines actitudes de quienes dicen llamarse políticos de vocación.

De que vale quejarse a diario, de que vale construir inconformes muletillas en las redes sociales, de que vale la clínica del rumor en las calles y espacios de trabajos si permanecen encerradas, encarceladas, cubiertas de miedo. Para que temerle a la cárcel sin en nosotros ya habita una rodeada por el lodo de la indiferencia.

La indiferencia de nuestros días es una lepra que sangra a diario, que está latente y viva, en algunos es pequeña, en otros ya es una llaga que no tiene cura.

Los pendejos de Uslar Pietri

Si continuamos empeñado en mantenernos a distancia,  indiferentes a la indiferencia de nuestros dirigentes políticos seremos los partícipes de este convulsionado momento histórico, no los pendejos   catalogados por el intelectual Arturo Úslar Pietri, aquel 16 de mayo de 1989, como los hombres probos, honestos, virtuosos, que son incapaces de tomarse el dinero del erario público.

Por el contrario, seremos los viles cómplices y por ende unos delincuentes de la omisión de grandes delitos e injusticias que pasan a diario frente a nuestros ojos.

Ser disciplinado con el proceso no significa callar y callar la actuación incorrecta de nuestros funcionarios públicos, eso significa solapar, omitir y ser un vil ladrón o lo que se dice en el argot popular “un caimán del mismo charco”, eso no significa ser leal, ese es el verdadero traidor a la patria, quien observa la lepra y no gestiona el medicamento, más bien deja que carcoma para que siga infectando lo sano.

Mientras sigamos creyendo que la lealtad, es guardar silencio, para no buscarme inconvenientes ni males mayores, continuamos navegando en un barco sin rumbo, que quien sabe a dónde nos irá a llevar y cómo será el final del viaje. Dios permita no haya un naufragio donde el saldo sean vidas inocentes.

Los hombres necesarios

Nuestro país necesita con urgencia pendejos que lo gobiernen, porque hasta el presente quienes llevan el timón en las instituciones del Estado no tienen ni un pelo de pendejos, han repetido la historia de lo que ellos mismos han criticado de la cuarta república, se han vivido y comido nuestras riquezas. ¿o acaso ellos viven las penumbras de este tiempo?

Es la hora de buscar pendejos que escuchen en los Estados y municipios, para sentarlos en las butacas de las instituciones públicas, de tal manera que aseguremos el tan anhelado buen vivir.

Pero para hacerlos llegar al poder, no para buscarlos como imágenes que le den brillo a los políticos que siguen líneas trazadas por rancios partidos políticos, que en sus doctrinas promueven víboras y parásitos, unos expanden veneno, otros nacen para alimentarse sin producir. Para nadie es un secreto que célebres políticos han llegado a la palestra, por tener al lado a un pendejo que le llena de brillo y esplendor.

Dios de por medio

Yo creo que por allí abundan pendejos que escuchen, es urgente ir por ellos, de lo contrario seguiremos gobernados por pillos, vagabundos, mediocres e indiferentes.

Yo creo firmemente en Dios, pero también en los pendejos esos hombres que obra bien, probos e incapaces de tomar lo que no le pertenece, que no son indiferentes a su pueblo, esos seres que merecen una estatua, una orden que honre sus virtudes.

Pero esto tal vez sea una fábula, porque lo aíslan ya que no les convienen a los vivarachos en sus planes demagógicos.

EL Llamamiento es a esos líderes políticos tanto de un sector como del otro que se mantienen indiferentes al pueblo, sordos y sin hacer el mínimo esfuerzo por escuchar, olvidando que los pueblos también se cansan. Alerta políticos y tomen el consejo que les dejó por allí el padre Numa Molina:

“El político con vocación debe estar siempre más presto para escuchar al pueblo, que para hablar. Sino escuchas las verdades más duras es porque perdiste la virtud de la humildad, y esas verdades represadas con indignación terminan en las urnas electorales convertidas en voto nulo, voto castigo o en la indiferencia de la abstención. Escuchar, escuchar, escuchar y actuar en consecuencia”.

Yo soy pueblo, yo soy pendejo, yo sueño con que los pendejos que no son indiferentes lleguen al poder.

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