Mirar a los ojos mientras hablamos se ha convertido en una especie de regla social no escrita: se interpreta como honestidad, atención y seguridad.
No obstante, esa regla no existe en todos los contextos. Hay personas que desvían la mirada no por mala intención sino por motivos tan variados como la cultura, la biología o simplemente por estrategia mental.
Hay quien evita los ojos porque así lo enseñó su familia o su entorno. En culturas diferentes, fijar la mirada puede ser confrontativo; en otras, mirar poco es una forma respetuosa de relacionarse. Además, la timidez y la inseguridad social funcionan como imanes para la evitación: para muchas personas, sostener la mirada es físicamente incómodo y aumenta la sensación de exposición.
Cuando alguien está pensando, buscando palabras o recuperando un recuerdo, desviar la mirada es una estrategia cognitiva. El cerebro, para concentrarse en el discurso interno, reduce la entrada visual: mirar a los ojos implicaría procesar información social que distrae. Ese gesto no implica deshonestidad ni frialdad; a veces es la forma más eficiente que tiene la mente para organizar las ideas.
¿No mirar a los ojos se trata de un trastorno mental?
La evitación del contacto visual durante una conversación puede ser un rasgo de personalidad, una señal de una condición subyacente o un hábito cultural. Las fuentes de prestigio en el ámbito de la psicología y la psiquiatría, como la American Psychiatric Association y la American Psychological Association, ofrecen una visión matizada y no generalizada sobre este comportamiento.
En ciertos casos, la evitación tiene una base clínica o neurológica. Personas con ansiedad social evitan el contacto por miedo a ser juzgadas o por la sensación de estar en el centro de la atención. Para otras, en particular muchas personas dentro del espectro autista, la mirada puede ser abrumadora: la percepción del rostro (y del ojo) genera un estrés sensorial que hace que mirar al interlocutor sea incómodo o poco informativo. En esos contextos, pedir que “simplemente miren más” no solo es inútil, sino insensible.
La literatura especializada como publicaciones de la American Association Psychiatric diferencia claramente entre causas culturales, estrategias cognitivas y condiciones clínicas. Las guías de organizaciones psiquiátricas sobre los trastornos de ansiedad recuerdan que estos cuadros son frecuentes,y tratables, y que la evitación del contacto visual puede ser una manifestación asociada a la ansiedad social.
Estudios clínicos y revisiones muestran además una asociación directa entre la fobia social (ansiedad social) y el miedo o la evitación de la mirada directa en situaciones interpersonales. En muestras clínicas y no clínicas, la respuesta de evitación de la mirada se correlaciona con niveles más altos de ansiedad social.
En el caso del espectro autista, una investigación de Harvard Medical School apunta que el cerebro de algunas personas procesa la mirada y las expresiones faciales de manera diferente; la mirada puede activar respuestas emocionales intensas o sobrecarga sensorial, lo que explica por qué desviar la mirada es, en muchos casos, una estrategia adaptativa y protectora.
Foto cortesía de Freepik
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