La abanderada de la derecha gobernante Evelyn Matthei, llamada la "dama de hierro" de la política chilena, logró uno de sus objetivos: forzar a una segunda vuelta a Michelle Bachelet, la postulante de la centroizquierda y favorita para conseguir un segundo mandato presidencial en la segunda vuelta del 15 de diciembre.
Conocida por su carácter fuerte y sus desmadres, la candidatura de esta licenciada en economía, de 60 años, se decidió tan repentinamente como la renuncia de su correligionario Pablo Longueira, el ex ministro de Economía del presidente Sebastián Piñera que abandonó la carrera presidencial tras sufrir una grave depresión.
Matthei fue la cuarta opción de la derecha en estas presidenciales luego de la caída de otros dos postulantes al sillón de La Moneda.
Enfrentada al nuevo reto, que la obligó incluso a dejar la cartera de Trabajo en el actual gobierno, Evelyn Matthei tomó este desafío íntimamente convencida de que la socialista Bachelet "es ganable", a pesar de que las encuestas no le eran para nada favorables.
Además de erigirse como la continuadora de las obras de Piñera, anunció que su proyecto gubernamental de los próximos cuatro años "apunta a la Alemania de (la canciller Angela) Merkel", en oposición a la de su rival, a quien asocia "a la Alemania del Muro de Berlín (la desaparecida República Democrática Alemana)".
Casada y madre de tres hijos y una eximia pianista, Matthei es militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), la colectividad que fue el sostén político de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).
Dotada de un estilo franco y directo, hasta sus opositores le reconocen la pasión con que ha defendido sus posturas conservadoras a lo largo de más de 30 años en el Parlamento, en el Senado y como ministra de Estado.
Todavía se le recuerda la aspereza, groserías mediante, con las que enfrentaba a sus adversarios durante las discusiones sobre proyectos de su cartera que le rechazaban parlamentarios de la Nueva Mayoría, la coalición integrada por demócratas cristianos, socialistas, socialdemócratas y socialistas que apoyan la opción presidencial de Bachelet.
Incluso su designación como candidata reabrió viejas heridas entre sus socios de Renovación Nacional (RN), que no le perdonan que años atrás, cuando militaba en esa agrupación, haya avalado acusaciones sobre consumo de drogas por parte de colegas de la colectividad, imputación que fue finalmente desechada.
A regañadientes y haciendo abstracción del aquel incidente, RN decidió finalmente apoyarla tras considerar las desventajas de que ambos partidos, reunidos en la Alianza por Chile, llegaran separados en la primera vuelta presidencial. "Se arriesgan a un resultado catastrófico", adelantó entonces Roberto Méndez, consultor en estudios de opinión y ex asesor electoral de Piñera.
Aunque respetada, sus opositores y no pocos oficialistas de pensamiento liberal creen que las posibilidades de la abanderada derechista son mínimas, principalmente por lo que ella simboliza.
La ex ministra "es muy representativa de lo que es esa derecha dura, pinochetista, egoísta, conservadora, de libre mercado, con reminiscencia de la dictadura y continuadora de este gobierno", dijo de ella el presidente del Senado, el demócrata cristiano Jorge Pizarro.
Matthei también ha tenido discrepancias con su propio partido en materias como reformas tributarias o su declarada adhesión a un proyecto sobre aborto terapéutico, asunto del que tuvo que olvidarse por la férrea oposición de la UDI.
A pesar de que Bachelet consiguió casi el 50 por ciento en la primera ronda, Matthei, que logró un poco más del 25 por ciento, dijo estar convencida de que puede ganar en el balotaje del 15 de diciembre.
La abanderada oficialista, que habla fluidamente inglés y alemán, es hija del ex jefe de la fuerza aérea, el general retirado Fernando Matthei, quien fue ministro de Salud del régimen militar de Pinochet, y desde 1978 hasta el término de la dictadura, en 1990, miembro de la Junta Militar, organismo que oficiaba de Poder Legislativo.
El ex jefe castrense también estuvo a cargo de la Academia de Guerra Aérea, lugar donde fue torturado por sus propios compañeros el general de la fuerza aérea Alberto Bachelet, un militar leal al presidente Salvador Allende (1970-1973) y padre de Michelle, que murió más tarde en la cárcel víctima de los maltratos.
Al igual que los tribunales de justicia, la viuda del general Bachelet, Angela Jeria, ha desestimado la responsabilidad que pudiera haber tenido el general Matthei en la muerte de su camarada de armas.